Las esperanzas de Bast de que su compañero usara el agua del oasis para transformarse en cocodrilo y atacar a sus captores se desvaneció con rapidez. Aquellos malhechores ni siquiera dejaron que Jonsu se acercara a la pequeña laguna, se limitaron a llenar una cantimplora y darle a beber unos cuantos sorbos, el resto lo usaron para limpiarle la cara y ordenarle un poco el pelo que había abandonado su aspecto lustroso y liso muchas leguas atrás. Sin embargo, con ella se mostraron más condescendientes, o al menos eso fingían con sorna.
La empujaron al agua y entre dos elfos oscuros cuya piel liliácea se ocultaba bajo ropas y armaduras grises y negras intentaron ayudarla a asearse, aprovechando de tocarla de forma indebida.
-Por milésima vez ¡Por favor! ¡Dejen de tocarme! – gritó, aunque en realidad la voz no fue mayor ni más estridente que el lamento acongojado de una gallina. Estaba segura de que tenía arena en la garganta e incluso tragar saliva le dolía- Por favor- repitió.
-Au, que doncella más corita- rio uno, el más alto y que para desgracia de Bast era el más forzudo. Cansada como estaba no sería fácil forcejear con él.
-Pues dejémosla corita- contestó el otro, el más joven, que venía molestándola y tratando de coquetearle erróneamente desde que la habían capturado. Bast podía ver la lujuria que alimentaba la llama en sus ojos amarillos, pero ¿Qué edad tenía? ¿Dieciocho, veinte como mucho? Al menos en equivalentes humanos, era un chiquillo...
- ¿Desde cuando un soldado maneja tanto vocabulario? – se burló Jonsu, captando la atención de los dos captores- ¿O eso es todo lo que cabe en su pequeño cerebro?
No fue necesario que los hombres que estaban con Bast la soltaran para vengar el insulto. El mismo guardia que trataba de ordenar el pelo de Jonsu no tardó en agarrarlo con todas sus fuerzas y tirarlo hasta que la cabeza del cambiapieles tocara el suelo.
- ¡Más respeto, hijo de perra! De aquí a la alcazaba no habla ninguno de los dos o les cortamos la lengua. De todas formas, el emir no los necesita para hablar- agregó riendo. Bast notó con una mezcla extraña de repulsión y fascinación como la lengua de aquel que había hablado era muy oscura y bífida. Le dieron escalofríos el pensar cómo había terminado con dicho órgano de esa manera y se limitó a mirar el agua que la cubría de las pantorrillas hacia abajo. Era tan azul, tan pura. Por un momento recordó sus paseos por el río Syene con su hermano Anubis, muchos años atrás. Cuando era aún una niña normal, feliz, libre...
- Eres tan hermosa- le dijo al oído el guardia joven mientras le limpiaba la arena del brazo izquierdo con suavidad- Si el emir no te necesitara, te habría llevado conmigo, pero tenías que ser una convicta. Una muy guapa, muy guapa- Y del brazo pasó a su espalda morena, la que quedaba descubierta.
- Esto no tiene sentido- masculló Bast- Aún faltan leguas y leguas para llegar ¿Verdad? ¿Qué sentido tiene lavarnos ahora? ¡Suéltame maldito engendro! – gritó y sin dudarlo convirtió apenas su brazo derecho en una garra negra y rasguñó el hombro y la cara de los dos soldados que la afirmaban, respectivamente. Nunca había disfrutado tanto ver la sangre correr de una herida como ahora. Sangre muy oscura saliendo con fuerza de las mejillas del joven drow, manchándole los dedos, manchando el agua, manchándolo todo. Comenzó a sonreír, a reír, y ni siquiera notó el golpe de un tercer soldado en la sien, que la mandó de cara al agua otrora azul, ahora muy roja. Pero Bast lo único que veía -si es que era capaz- era negro. Quizás oyó a su compañero llorar. Quizá no.
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I. El Guardián de la Gema
FantasySi bien no es la mejor alumna de su clase, Anne Torres conoce la mitología universal casi a la perfección. Es la única chica que eligió la clase de esgrima como deporte opcional y la única que prefirió estudiar el gaélico por su cuenta antes de ten...