13. Problemas con las espadas

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Owen dejó que Anne pasara a la cocina y se sirviera un tazón de leche caliente endulzada con miel antes de salir con él a entrenar un poco. Anne soplaba y revolvía la leche más de lo necesario con tal de aplazar lo más posible su nueva clase de deportes. Nunca había sido buena ni siquiera trotando y con suerte se había defendido medio decentemente en la esgrima cuando era una adolescente más joven. Si bien no era lo que se dice una chica regordeta, estaba consciente de que su cuerpo distaba bastante del de un atleta o un elfo como Owen o Dánaris. Ambos eran altos, más delgados que gordos y tonificados por naturaleza. Owen por sobre todo, destacaba en sus habilidades físicas, por algo era lo más parecido a un guardaespaldas que Anne podía tener en aquel curioso sitio. Anne se miró la pequeña pancita que sobresalía en su abdomen, disimulada bastante bien con su grueso suéter de lana y pensó en todas aquellas veces que había desistido de acompañar a su amiga Sonia a comprar ropas porque no se sentía digna de usar nada demasiado bonito.

- ¿En qué piensas? – le preguntó Owen, apurando un vaso de agua mientras se apoyaba en el marco de madera tallada de la puerta.

- En que daré asco- le contestó con simpleza- Siempre he sido terrible en todo lo que tenga que ver con habilidades físicas.

Owen sonrió. No estaba acostumbrado a sonreírle demasiado a las personas que no conocía, pero Anne era una excepción, él si que la conocía, aunque ella a él casi nada. De todas formas, ella era aún una chica inocente y con una pena aún demasiado grande en su corazón para ser víctima de la antipatía del elfo, que además de ser su Guardián, estaba dispuesto a ser su amigo.

-Esgrima no se te daba nada de mal- le respondió, tratando de ser amable.

Los ojos bicolores de Anne lo miraron por sobre la taza de leche, la cual descansó en sus labios un par de segundos- ¿Y eso cómo lo sabes?

Owen se encogió de hombros y dejó el vaso sobre la mesa- Soy tu guardián desde que tienes catorce años, más o menos. Ya habías empezado a practicar mucho antes de eso y bueno, continuaste un par de años más. No entiendo por qué lo dejaste.

Anne suspiró. Olvidaba por momentos que Owen había sido su sombra durante bastante tiempo y que de seguro sabía cosas que ni ella misma recordaba haber hecho.

- Era buena pero no lo suficiente- reconoció- En una final regional perdí de manera bastante vergonzosa frente a otra chica y bueno, me sentí tan humillada que nunca más quise volver a intentarlo- Me arrepiento ahora- añadió- Saber al menos como se toma una espada me sería útil ¿No es así?

Owen asintió- Se que recuerdas que se toma por la empuñadura y que amenazas a tu oponente con la parte afilada ¿No? - Anne sonrió y dejó su taza vacía sobre el fregadero, dispuesta a lavarla más tarde- Bien, porque eso es un comienzo.

...

-No dejes que lo que pase alrededor te distraiga- le recordaba Owen cada vez que Anne insistía en dejar de mirar las espadas para ver ir y venir a Dánaris por el bosque, a Mahony alimentando unos caballos que no había visto ahí la noche anterior y a Gabián buscando leña para la hoguera de la herrería que había un par de calles más abajo, donde aún trabajaba de aprendiz.

- Lo siento, lo intento- susurraba Anne, tratando de afirmar con fuerza el mango de su espada de madera.

Owen dio una estocada suave con su réplica también de madera y gruñó al ver que Anne, en vez de atacarle o frenar el golpe, había acercado su espada al cuerpo y había retrocedido.

- Se que dije que eras buena en esgrima- suspiró Owen- Pero esto es una pelea real de espadas. No puedes retroceder.

- Oh no- lo contradijo Donnell, que se había unido hace pocos minutos a ver qué tal iba la lección- Si fuera una pelea real sus espadas no serían de madera, créeme.

I. El Guardián de la GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora