- ¿La trajiste?
- ¿A Gormley? Ella está en su habitación, yo...
- No te pregunté por ella. La otra chica ¿La trajiste?
La voz de la mujer estaba llena de exasperación e impaciencia. Quería una respuesta sin rodeos ni justificaciones y Kyle no sabía cómo dársela. Miró a su alrededor buscando apoyo, pero se encontraba solo en aquella oscura recámara, sin más compañía que la de aquella mujer, la cual ni siquiera lo estaba mirando a la cara. Su cabello rojizo escarlata, largo y ligeramente ondulado, que caía como una cascada de terciopelo sobre su capa de fina tela negra y púrpura era lo único visible que tenía de ella. Pero podía oír su respiración lenta y profunda, y también el golpeteo inquieto de la yema de sus dedos sobre un delicado mueble de ébano.
- ¿Y bien?
Kyle apretó los puños y suspiró. No iba a dejar que lo siguiera intimidando.
- No, no la traje.
Ahora tenía que agacharse y evitar a toda costa la bola de fuego que de seguro iba a lanzarle, o taparse los oídos y así evitar escuchar las maldiciones que de seguro empezaría a vociferar de un momento a otro. Sin embargo, no fue necesario. La mujer siguió de espaldas a Kyle, con la vista fija en uno de los cuadros que adornaban la pared de piedra: un delicado óleo que representaba de manera exquisita una mujer de piel pálida como la nieve y mejillas rosadas, labios rojos como la sangre. No, cubiertos de sangre. Sus ojos, completamente negros y con iris doradas miraban con altanería. Su cabello, también negro y ondulado caía por su frente y sus hombros. Vestía una túnica negra y púrpura similar a la de la mujer que la miraba con adoración. Era Morrigan, la diosa de la guerra. De las pocas deidades a las que ella estaba dispuesta a rendirle culto.
- ¿Por qué no, si esa fue la orden que te di?
Ahora si, Kyle podría darle todas las escusas que había preparado desde que había vuelto a internarse en el bosque para volver al castillo y enfrentar su derrota.
- Porque yo...Uquwif...
La risa burlona de la mujer lo interrumpió en seco.
- ¿En serio vas a culpar al troll? Creí que eras más inteligente y honesto, Kyle.
Kyle enrojeció, si era posible. Al menos sus mejillas liliáceas cambiaron ligeramente de tono.
- Porque Uquwif atacó a una chica. Y esa chica no era la Gema. No calzaban sus características; era pequeña, de ojos oscuros, estoy absolutamente seguro de que era una simple humana.
- ¿Y bien? – repitió.
- Herí a Uquwif, era la única forma de que le dejara en paz. La otra chica que estaba con ella, la verdad no sé si era la Gema o no. No la vi- añadió con pesar. Que tonto se sentía. Que inútil y bueno para nada.
Fue ahí cuando la mujer se dio la vuelta. Su piel, cuyo tono morado rozaba ligeramente el rosado carne lucía perfectamente lisa y tersa, haciéndola parecer mucho más joven de lo que era aun tratándose de un drow. Sus ojos de magníficos iris cobrizos estaban fijos en los de Kyle y sus labios rojos estaban torcidos en una mueca del más profundo malestar.
- "No la vi"- le imitó con crueldad- Los espectros me dijeron claramente que la chica estaba en Castletown. Que visitaría aquel páramo junto al bosque por la tarde. Solo dos personas estuvieron en él. Viste a la humana ¿Y la Gema se hizo humo? ¡Por Morrigan, Kyle! El plan era sencillo, atraerla con tu maldita mascota troll, capturarla y tráela hasta aquí. ¡Pero no! Resulta que el príncipe Kyle es más miope que un topo de las profundidades ¡Y ni siquiera la vio!
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I. El Guardián de la Gema
FantasySi bien no es la mejor alumna de su clase, Anne Torres conoce la mitología universal casi a la perfección. Es la única chica que eligió la clase de esgrima como deporte opcional y la única que prefirió estudiar el gaélico por su cuenta antes de ten...