18. Los misterios de la sangre (Primera parte)

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A poco de andar por la calle principal de la ciudad, encontraron a Donnell coqueteando con una muchacha hermosamente vestida para la ocasión. Owen se apresuró a agarrar a su amigo del brazo y llevárselo lejos, a un rincón más apartado. Mientras tanto, Anne se había encargado de amarrar a los caballos en un establo cercano, no sin antes pagarle con unas monedas de oro al posadero, dueño de las habitaciones en las que pernoctarían aquella jornada y del establo en el que descansarían los animales.

A pesar de que Anne era tímida, no se le hacía difícil entablar conversaciones amigables con la gente de Emenlor, probablemente debido a que su sencillez la invitaba acogedoramente a saludar e intercambiar palabras amables, cosa que en su ciudad natal era bastante difícil de hacer.

- Entonces ¿Quiénes son los novios? – le preguntó Anne al posadero, un hombretón de unos cincuenta años, imponente, con más pinta de guerrero que de campesino. Su barba pelirroja estaba apenas decorada por canas dispuestas de forma irregular y sus ojos azules eran brillantes y no expresaban nada más que regocijo.

- La señorita Dianiv, hija del jefe Balder y el elfo Loki Hagebak, hijo de Thor Hagebak.

- Thor, Loki y Balder ¿No son dioses...?

El posadero rio aferrándose la barriga con las manos- Aquí es bastante común usar los nombres de nuestros dioses para nuestros hijos, es una buena forma de honraros y buscar su protección. Yo, tristemente, solo me llamo Frank.

- Bueno, Frank, ha sido un placer- contestó Anne, con una sonrisa- ¿Crees que haya problemas si mis compañeros y yo nos unimos a la celebración?

Frank volvió a reír-De ninguna manera, pero les pediría que se asearan primero. Le diré a mi hija que les prepare un baño.

A los pocos minutos los dos elfos se encontraron con Anne afuera de la posada y entraron juntos, cada uno a su propia habitación, donde un recipiente de loza blanca lleno de agua caliente los esperaba.

- Gracias a Lúgh- exclamó Donnell, quitándose la capa mucho antes de entrar si quiera a su cuarto- A Owen sí que le hacía falta algo de aseo personal.

Owen se limitó a empujarlo y cerrar la puerta tras él. Con una sonrisa disimulada, se dirigió a su cuarto.

Anne disfrutó del contacto con el agua caliente y se tomó su tiempo en desenredar algunos rizos de su pelo, que estaban llenos de briznas de pasto. Había pensado en ponerse un par de pantalones limpios y una camisa de lino, pero mientras se secaba el cabello, notó que, sobre la cama, la hija de Frank había dejado un vestido para ella. Se trataba de una sencilla túnica marrón bordada con lana verde y un corsé de cuero y hebillas de bronce. Afortunadamente, le quedaba de maravilla.

Al tratarse de un vestido escotado, se quitó el collar de Gabián y se lo amarró a la muñeca como una pulsera. Volvió a atarse el parche falso sobre su ojo derecho y se dispuso a salir.

En el pasillo de la posada, luego de cerrar con llave la puerta de madera de su cuarto, notó lo cambiados que lucían sus dos acompañantes, ambos con el pelo limpio y pulcras camisas de lana blanca; no tenían mucho que envidiarles a los príncipes de cuento. Ambos la esperaban apoyados en la pared, expectantes.

- Te ves muy bien- le dijo Donnell, con una sonrisa de oreja a oreja- Comer pastel es una maravilla. Comer pastel con el cabello limpio y una linda acompañante lo es aún más- y llevándola del brazo, se encaminaron a la salida de la posada y a la celebración en la plaza central, bajo el campanario con la runa vikinga. Owen carraspeó y salió de malas ganas tras ellos, esperando en el fondo, que, a pesar de todo, no fueran a meterse en problemas.

El sol estaba escondiéndose entre los bosques y las murallas de las casas, justo a tiempo para iluminar perfectamente los rostros de los novios, que pronunciaban sus votos con devoción. La muchacha llevaba el cabello liso, largo y negro adornado en una maravillosa corona de flores multicolores y el muchacho, un elfo por donde se le mirase, llevaba su cabello verde oscuro amarrado en una trenza hasta poco más debajo de los omóplatos, casi tan largo como el de Ronan. De seguro, el color de su cabello se mimetizaba perfectamente con el follaje del verano.

I. El Guardián de la GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora