21. Conversaciones

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Luego de haber cabalgado toda la mañana, Anne apenas se había percatado de lo cerca que se encontraban de las faldas de la montaña Cuna de Dragones- aquella que tan lejana se veía desde la casa de Miss Longbottom- y del cinto montañoso, mucho más bajo que la montaña en sí, que parecía dividir al reino en dos. 

- Nos acercamos a la Trenza de la Doncella- señaló Owen con una sonrisa y sus ojos brillantes cubiertos por mechones de cabello rojo que se movían de un lado a otro con el viento frío de la mañana otoñal- Todos esos cerros se llaman así- le explicó a la chica junto a él- Desde el centro de la montaña Cuna de Dragones se expanden hasta la mismísima bahía, allá, mucho más al este- indicó con su mano.

- Esto divide desigualmente las dos partes del reino- añadió Donnell- Hasta aquí la hemos tenido fácil, debido a que en la parte sur está la puertecilla que conecta con tu mundo.

- Y en la norte, mucho más lejos, hay mayor concentración de poder y magia- asintió Anne. Recordaba lo que Mahony le había explicado hace lo que parecía ser un año atrás.

A medida que se acercaban a paso veloz sobre sus caballos, Anne pudo apreciar de mejor manera la vegetación que cubría los cerros; una extensa y variada mancha de tonos verdes y anaranjados. No estaban cubiertos de nieve, aún, a diferencia de la montaña madre, que ente las nubes y la niebla, lucía imponente, blanca y brillante.

-Fue una bendición que el amigo de tu padre nos diera estos caballos- dijo Donnell, sin previo aviso en cuanto disminuyeron el paso ligeramente, lo suficiente para permitirles intercambiar unas palabras- Los caballos del pueblo no hubiesen soportado tanto y de haber seguido a pie aún estaríamos en medio del camino recolectando bayas.

Anne asintió. Sir Oran había sido el primero que sin ninguna pista más allá de su mirada bicolor había sido capaz de reconocerla como la Gema que aquel mago había decidido hacer poseedora del poder suficiente para estabilizar el portal. Se lo había encontrado herido y mientras ella le curaba una quemadura en la mano de la espada, este le había dicho que su padre una vez le había salvado la vida. Esa vez había sido como mínimo hace diecisiete o dieciocho años y ese anciano aún lo recordaba con tanta gratitud que había decidido cederle su amigo y compañero, el semental Ónix, para que la acompañara en aquel viaje. Dos de los amigos de aquel guerrero siguieron su ejemplo, y por el bien del reino, les cedieron los suyos a sus guardianes. Una yegua blanca para Owen; "Moon" y un rocín marrón oscuro, originalmente llamado "Marrón" para Donnell.

Anne hubiese querido preguntarle muchos más detalles a Sir Oran sobre su padre y quizá también su madre, pero el tiempo era oro y no podía invertirlo en oír los recuerdos de un anciano guerrero. Debía seguir avanzando. Le quedaba el consuelo de que en el castillo podría encontrar respuesta a muchas de sus preguntas.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando su vista se encontró con una enorme fortificación de piedra en el pico más alto de la Trenza de la Doncella, muy cerca de los faldones nevados de oscura roca de Cuna de Dragones. Parecía ser una fortificación prácticamente impenetrable. Un estandarte completamente rojo con una pata de tres dedos en medio, de color negro, ondeaba al medio del inmenso castillo.

- Aquel- habló Owen señalando con su dedo- Es el castillo de Lord Byron, hijo de la tía de la reina, la elfa Deirdre y el fallecido capitán de la guardia real, Sir Arturo. Es quien administra toda esta región limítrofe.

- ¿Subiremos a su castillo? – preguntó Anne, ilusionada con la idea de escalar la montaña y disfrutar de la vista que la torre más alta podría ofrecerle.

- Lamentablemente no- Owen suspiró- Nos atrasaríamos demasiado y debemos limitarnos a cruzar los cerros para continuar con el camino del otro lado.

I. El Guardián de la GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora