La selkie llegó a la orilla nadando con facilidad a pesar de lo agitado del mar y de que traía en el hocico un enorme pez que aún se agitaba con vigor. En cuanto se acomodó sobre las rocas de la playa, se quitó la piel de foca quedando nuevamente con su piel humana al desnudo. Unos metros más allá, su marido la esperaba con un grueso chal de lana listo para cubrirla.
- ¿Cómo te fue? – preguntó el hombre, haciendo que su espesa barba pelirroja se moviera al son de sus palabras.
- Bien- respondió ella, intercambiando el pescado recién muerto por el chal, para así cubrirse con él- Se avecina una tormenta, sin duda alguna.
- Entonces entremos a la casa- sugirió él, abrazándola por la espalda con su mano desocupada.
Robroy quiso seguir caminando hasta su hogar, pero su esposa se quedó quieta en su lugar, con la mirada fija hacia el acantilado que se cernía sobre ellos. Había reparado en la presencia de cuatro extraños y sus caballos allí en lo alto. Su vista no era excepcional, pero sí su percepción del entorno, después de todo, por impresionante que fuera su habilidad para volverse foca y humana a voluntad, en su forma animal era tremendamente vulnerable, por lo que estar atenta en todo momento era parte de su naturaleza.
- ¿Niamh? – preguntó, inquieto.
La mujer caminó hacia la terraza del acantilado y con las dos manos a los costados de su boca, gritó:
- ¿Qué quieren?
Anne, Donnell, Owen y Kyle se miraron unos a otros antes de que Anne se arrodillara justo en el borde y les gritara de vuelta:
- ¡Queremos bajar y usar un barco!
- ¡Caminen doscientos metros a la derecha, por ahí pueden bajar! – respondió Niamh, con completa naturalidad. Robroy corrió hacia a ella, preocupado.
- Ni siquiera sabes quiénes son- protestó- Además, había un maldito oscuro con ellos.
- Mi amor- respondió Niamh con completa tranquiliad- Se distinguir perfectamente entre un tiburón común y un tiburón peregrino aunque naden a mis espaldas y esos cuatro jóvenes son más inofensivos que una ballena.
...
Anne y su grupo jamás pensaron que terminarían tomando el té en una casa de piedra a las orillas del mar, con el aire salado colándose por las ventanas abiertas y el aroma del pescado frito llenándoles las narices. Aquello era tan agradable y acogedor, pero sabían que, en el fondo, todo estaba saliendo horriblemente mal. Los cuatro se turnaban para explicar a la pareja toda su aventura, desde el viaje de Anne y los elfos desde el país "natal" de la chica hasta su encuentro reciente con Kyle y la profecía inconclusa.
- Por eso necesitamos un barco y llegar a Castletown cuanto antes- gimió Anne, aferrando su taza de te con fuerza- Cuando todo esto termine le devolveremos el barco intacto.
- ¡Le construiremos uno nuevo! – prometió Donnell.
- No creo que vuelva intacto- rio Robroy- Si así quieto ya está a punto de caerse a pedazos. Los dos barcos, en verdad, no se ocupan hace años. Ustedes deberían saber que las expediciones a tierras lejanas, incluso dentro de Emenlor, se prohibieron. Y limitarse a pescar en esos barcos enormes no se justifica.
Niamh sirvió a cada uno un trozo de pescado acompañado de papas cocidas y luego de que todos comieran su porción en absoluto silencio (menos Kyle que de vez en cuando comentaba lo delicioso que estaba) se aclaró la garganta y habló.
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I. El Guardián de la Gema
FantasySi bien no es la mejor alumna de su clase, Anne Torres conoce la mitología universal casi a la perfección. Es la única chica que eligió la clase de esgrima como deporte opcional y la única que prefirió estudiar el gaélico por su cuenta antes de ten...