42. Hacia la playa

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Mientras Aoife y Banan se miraban fíjamente, la voz de Fearganainm se tornaba cada vez más en un sollozo lastimero, pero nadie le ponía atención. Owen decidió ignorar a Kyle para ayudar a Anne a ponerse de pie, con Donnell tras de él. Kyle se pasó la mano por la cara y se dio cuenta de que los pájaros habían logrado rasguñarlo varias veces, a juzgar por la sangre fresca en sus palmas violáceas.

- Estoy bien- susurró Anne antes de que Owen preguntara nada y aceptó la ayuda de sus amigos con la sumisión de un sonámbulo.

- ¿Qué haces aquí? – repitió Banan, con la voz más parecida a la de un guerrero que la de un anciano druida.

- Buscando lo que me pertenece- contestó Aoife sin bajar la mirada- Este es mi reino y lo sabes.

- Quieres ser reina, pero no eres capaz de cumplirle una promesa sagrada a ese niño – habló el druida con rabia - ¿Qué clase de gobernante pretendes ser?

Aoife apretó los puños, hiriéndose las palmas de las manos con la punta filuda de los guantes metálicos que cubrían sus uñas. Después de Merlín, Banan era el druida más poderoso de todos, por lo que no iba a arriesgarse a luchar contra él estando tan cerca de terminar los últimos pasos de su plan de dominación. Asintió pensativa.

- Necesito la sangre de la mestiza y no creo que ella vaya a darme siquiera una gota- miró a Anne con malicia, buscando pelea. Quería perturbarla hasta matarla- Así son los elfos de la superficie...

Todos miraron a la chica, pero no notaron el cambio en sus ojos- salvo Aoife, que conocía aquel efecto secundario en sus maleficios- porque estaba ocupaba mirándose las palmas de las manos; con un solo corte quizá bastaría... pero antes de que pudiera aceptar, Owen y Donnell cruzaron sus espadas, formando una equis delante de ella.

- No obtendrás ni un solo cabello de ella- alegó Owen.

Ferganainm se dejó caer de rodillas y comenzó a llorar de manera desconsolada. El único que le brindó algo de bondad en ese momento fue Kyle, quien lo sostuvo de un hombro, mientras la gata observaba todo con la cola entre las patas y una triste mirada felina.

- Así son los elfos de la superficie- repitió Aoife- ¿Tendríamos que obtener esa sangre por la fuerza, entonces?

Levantó las manos enguantadas en metal, pero Banan fue más ágil. El anciano dibujó una runa de protección en el aire y un campo de fuerza apenas visible se dibujó alrededor del trío de guardianes. Aquella fortaleza etérea no sería traspasada ni por la magia de Aoife ni por el cuchillo furioso de Fearganainm, si intentara algo como eso en su desesperada búsqueda de la sanación de su mascota.

- Así son las cosas, ladronzuelo- Aoife retomó su forma dulce de hablar, aquella con la que solía victimizarse- Lo que prima en la superficie es el egoísmo. Quiero un reino más justo, pero me lo hacen tan difícil.

Con facilidad y elegancia, volvió a montar su caballo, dejando que su largo abrigo de piel negra se esparciera como una capa de sombras tras ella.

- En algún momento, la protección de Banan sobre la niña va a desaparecer y entonces, Kyle o tú, el que sea, van a tener que atraparla y tráela conmigo- sentenció a la vez que golpeaba al caballo con las espuelas y desaparecían ambos a través de la niebla, veloces como un cuervo y oscuros como la noche sobre la nieve blanca y los árboles dormidos.

En cuanto Aiofe desapareció, el escudo de Banan también se esfumó. Fearganainm seguía llorando, aferrándose a la gata. Kyle miró a los dos elfos con decepción.

- ¿Por qué no dejaron que la ayudara? – preguntó.

- Tu no estás en posición de preguntar nada- contestó Owen, agriamente- ¿Sabías de este ataque?

I. El Guardián de la GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora