3. Un duelo a muerte en el techo y una leyenda poco alentadora

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¡Pam! ¡Pam! ¡Pam!

Los sonidos eran cada vez más fuertes, como si no fuera suficiente con el crujir de la madera y el aleteo de los pájaros en el entretecho. O tal vez de los murciélagos. Anne estaba más o menos acostumbrada a aquellos ruidos, pero esos golpes en particular la tenían nerviosa. Supuso que era otra pelea de gatos, aunque no escuchaba maullidos, solo golpes en el techo, cerca del balcón de su ventana. Al menos eso quería creer.

Comenzó a temblar y se tapó la cabeza con las sábanas, pero como le faltaba el aire tuvo que descubrirse la cara. Quiso tapársela nuevamente cuando vio en su ventana una silueta humana, de pie en su balcón. Luego, otra más que empujaba a la primera. Era imposible. ¿Dos personas peleando en su balcón? ¿Por qué? ¿Qué querían? Tomó su celular del velador y llamó a la policía.


¡Pam! ¡Pam! ¡Pam!


Las siluetas desaparecieron con el nacimiento de dos gritos que sonaron al unísono. Ambos sujetos habían caído juntos, abrazados en un lazo no mortal pero peligroso y claramente doloroso. Si la policía llegaba encontraría un par de delincuentes con los huesos quebrados. Anne se estremeció ante la perspectiva y esperó a que alguien le contestara.

- ¿Diga?

-Po...po...poli...policía- dijo como si hubiera olvidado la palabra.

- ¿Cuál es el problema? - preguntó el hombre al otro lado de la línea con somnolencia.

Anne miró a la ventana sin levantarse de su cama- Hay do...dos tipos en el pa...patio de mi ca...casa. Esto...estoy so...la y tengo mi...miedo.


Sus padrinos habían salido hace tres semanas de vacaciones a Europa. Anne hubiera ido, pero no quería dejar el colegio, faltándole tan poco para terminarlo. Su tía le había dicho, como siempre, que era una estudiosa igual que sus padres. Y se sentía orgullosa de serlo.

El policía tardó en unir y descifrar las sílabas que Anne había dicho y luego contestó, no sin antes bostezar - No se preocupe señorita. En un minuto estaremos allá- luego titubeo, recordando lo que había olvidado preguntar- ¿Dónde vive usted?

Anne dio las señas pertinentes y cortó. Volvió a taparse la cabeza, pero aun así seguía escuchando golpes y gritos en el patio. Pensó un momento en llamar a Sonia, pero solo lograría preocuparla.

Ya habían pasado veinte minutos y nadie aparecía por su casa. Los golpes se seguían oyendo afuera. Ahora, más que miedo, Anne sentía rabia e impotencia. ¿Dos imbéciles peleaban en su patio y nadie hacía nada? Lanzó a un lado las sábanas de la cama, se puso sus pantuflas y abrió su closet. Luego de hurgar entre abrigos y pantalones encontró lo que buscaba; su antiguo equipo de esgrima. Escogió un florete y bajó por las escaleras hasta llegar a la cocina sin siquiera prender las luces, tenía una muy buena vista en la oscuridad, como si fuera un gato. Además, la perspectiva de asustar a un par de tontos con su delgada espada le daba una especie de energía para correr por la escalera como si nada. Llegó a la cocina con el pulso acelerado, a pesar de no haber bajado demasiado rápido. Se paró ante la puerta y respiró profundo. La abrió con cautela, sin siquiera mirar lo que había afuera y saltó al patio mientras gritaba:

- ¡Ustedes dos qué demonios están haciendo en mi casa!

Los dos tipos que rodaban de aquí para allá golpeándose pararon de repente y la miraron. La luz de la luna no era suficiente para verles la cara, pero Anne logró ver que uno de ellos, el que estaba sobre el otro, vestía con ropa muy oscura y su cabello más o menos largo también lo era. El otro, que estaba en el suelo vestía con ropa algo más clara y tenía el cabello intensamente rojo.

I. El Guardián de la GemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora