Capítulo 6.

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Nunca en su vida había disfrutado tanto de los besos, siendo justos, no los daba con frecuencia, y las veces que fue así, le provocaba nauseas el sabor de otra boca encima de la propia. Aun así, con Ray era diferente, demasiado diferente. Era casi obsesiva su necesidad de besarlo, y aunque sentía que estaba arruinando cuando daba pie a sus movimientos, el mayor parecía no importarle de alguna manera. Le tenía paciencia, quedándose quieto para que él pudiese proceder.

— ¿Tienes algo que hacer el fin de semana? —. Ray tenía una ronca voz que lo hacía temblar. Negó, aun colgándose del cuello del mayor, en la privacidad del auto con vidrios opacos. Dio un beso en la comisura de los labios contrarios—. Quiero llevarte a comer—. Henry le beso la mejilla, olfateando el aroma a loción costosa.

—Hmn. Bien—. Aunque si estaba con él, poco le importaba a dónde lo llevara.

— ¿No tendrás problemas con tu mamá?

— ¿Por qué los tendría? —. Ray le acarició el cabello, mientras Henry le daba besitos en las mejillas. Lo consentía demasiado, y no quería acostumbrarse a ello. Henry era muy lindo cuando quería, siendo tan pegajoso, pero sin desagradarlo.

—Bueno, tu mamá no me conoce, y salimos seguido—. Habían ido a los museos, después a caminar a los parques estatales, y Henry se había quedado en su casa. ¡En la casa de un hombre mayor! ¿No le era extraño a ella? Si tuviera hijos, sería muy sobreprotector. Ya lo era bastante con Henry, y no tenían una relación más allá de... eso. Por el momento, claro.

—Bueno, creo que sí está extrañada. Pero no pone problema, después de todo, tengo veintitrés, y pocas veces le pido dinero—. Pensando en eso, ya casi eran vacaciones de final de semestre, tenía que conseguir un empleo para no sentirse una carga para su madre.

— ¿No quieres que la conozca? —. El chico dejó de besarle el cuello, mirándolo seriamente.

— ¿Tú quieres? ¿Qué le dirías? No tenemos una relación real—. Ray se sintió cohibido ante ello. Sí, lo sabía, lo tenía muy claro, pero no esperaba que Henry dijera aquello con serenidad, sin darle la importancia que... ¡Carajo! Estaba pensando que tener una relación con un chico menor sería un problema, pero Henry actuaba maduro, sin tener que darle la importancia que 'debía' a estar besándose en cada encuentro que tenían. Él quería... Un arranque de sentimientos; pero, por lo que parecía, Henry no era así.

—Es cierto—. Volvió a tomarlo de la nuca, comiéndole los labios. Debía disfrutar, sí, no ser tan serio con ello.

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—Necesito conocerlo—. Su madre estaba con los brazos cruzados, en la puerta de su cuarto, mientras Henry jugaba en la vieja consola conectada a su televisor de cubito, de los que necesitaban la antena en V para coger señal. Paró el juego, mirando a su madre.

— ¿A quién?

—Al tío de David—. Henry alzó una ceja.

— ¿Por qué? —. Porque esto se está saliendo de control, pensó Carolina, levemente agitada. Pensó que aquello, por un momento, sería como cualquier relación que Henry dijera tener: Unos días, y después aburrido de ello. Pero ahora... Cada que hablaban salía el tal 'Ray' en su conversación; le gustaba ver a su hijo feliz, pero temía que ese adulto, un señor de treinta, le rompiera el corazón a su pequeño.

—Porque quiero saber con quién sales todo el tiempo—. Ella dejó su postura estoica, suspirando y sentándose al lado de su hijo, en la alfombra del suelo donde estaba el puf de balón de Henry—. ¿Te estás cuidando?

—No he tenido sexo, si te preocupa, ma'—. Dejó el control en el suelo, girando en el puf. Ella asintió, no era mojigata como muchas madres, pero hablarlo con su hijo no dejaba de ser extraño—. Yo... te pasé su número, para que supieras quién es.

Ciudades de cristal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora