Capítulo 24. [+18]

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Advertencia: Contenido sexual explícito.

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Obviamente se cepilló los dientes, porque, aunque a Henry le diera igual, él no se sentía de la misma forma en cuanto a ello. Por otro lado, no quería alargar el momento, tal vez era porque temía que su novio se echara para atrás, y él, claro, no iba a impedirlo. Si Henry deseaba parar en algún momento, lo haría.

Pero el chico, ciertamente, estaba más excitado que de costumbre. Si bien han realizado otros actos de ámbito sexual, jamás llegaron a la penetración. Ahora, ese era un paso que debían seguir, y Ray se encargaría de que aquello no fuese doloroso, de ninguna manera, para el chico.

Ambos estaban en la cama, compartiendo un beso. ¿Por dónde debía comenzar? Agradecía que, de alguna forma, hubiera comprado condones y gel antes de viajar. Eso porque tenía la esperanza de que aquello ocurriera en el viaje, y fue así. Un lugar tan erógeno como lo era el extranjero, con una bonita vista, con la luna como única luz. Era el ambiente perfecto tan poco planeado.

—Espera—. Se separó de los labios de Henry, yendo a su maleta de viaje. El chico se empezó a quitar la ropa, sin resistir más. Sentía que toda su piel estaba ardiendo, cosquillando, deseaba ser tocado, necesitaba que su cuerpo fuera recorrido.

El mayor volvió a la cama, con una caja de condones y un gel de color rosa.

—Eh, lo planeaste—. Murmuró, coqueto. Acercándose al mayor. Tomó la camisa de este, comenzando a desabrocharla.

—Es bueno estar preparado.

— ¿Significa que siempre llevas condones?

—Significa que debo cuidarnos—. Se acercó a darle un beso en la frente, mientras el joven bajaba su camisa por sus anchos hombros, haciéndola caer fuera de la cama. Volvió a subir a esta, tan solo con su pantalón. Henry se acercó a desabrocharlo—. Estás apurado.

—Un poco—. Musitó, algo avergonzado. Hablar de sexo seguía siendo algo incómodo, tal vez porque era nuevo todo eso para él. Hacer notar que tenía un deseo sexual real por otra persona.

Ray se bajó los pantalones, quedando igualmente desnudo al terminar de quitarse el bóxer. Se acercó al rostro del chico, tomándolo de la mejilla.

—Oh, oh. Tienes esa mirada de "¿Estás seguro?"

—Sería difícil para mí detenerme a la mitad—. Le besó la mejilla—. Pero igual lo haría si te hace sentir incómodo—. Ese consentimiento era algo que adoraba de Ray. Sinceramente, ¿dónde un hombre sería capaz de hacer tal cosa? Solo desistir con tal de no perderlo.

Subió sus brazos a los hombros del mayor, mientras este le besaba el cuello. La lengua cálida y húmeda recorría su clavícula, y tembló cuando sintió los labios ceñirse a una parte de su piel, succionando. Sería difícil ocultar un chupetón en un lugar donde hacía tanto calor.

—Quiero... Intentar algo—. Murmuró cuando Ray comenzó a bajar por su pecho, tomando uno de sus pezones entre los dientes. Rio ronco cuando este le mordió, antes de succionarlo, dándole ahora un gemido—. En serio, quiero intentar algo—. Ray se detuvo, levantando el rostro.

—Bien. ¿Qué es?

—Siéntate y abre las piernas. Te la chuparé—. El mayor casi se ahoga con saliva al escuchar eso. Iba a replicar, pero si seguía replicando por cada cosa que hacía Henry, que quería hacer, lo haría perder la confianza. Henry necesitaba también dejar salir su deseo.

Solo asintió, sentándose, con sus piernas fuera de la cama. Henry bajó de esta, metiéndose entre las largas y velludas piernas del mayor. Nunca había delineado bien el pene de Ray, después de todo, era tímido en ese ámbito. Pero ahora, teniéndolo frente a su rostro, era difícil no hacerlo.

Ciudades de cristal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora