Capítulo 27. [+18]

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Advertencia: Contenido sexual explícito.

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—Así que eres rico, ¿eh? —. Debió saberlo desde el principio, el hecho de que Camilo solo era un busca fortunas. ¿Por qué fue tan difícil alejarse de él? Tal vez ni siquiera por ser su primer amor, estaba seguro de que fue por la sensación de seguridad que le daba. Fue su primera vez, y eso lo apegaba a un hombre que solo buscaba exprimirlo desde el momento en que le dijo su increíble ascenso en el mundo de la literatura.

...

Henry estaba besándole el cuello, dejando marcas. No le molestaba, aquello era excitante de alguna forma. Pero imaginar el dolor que sentía su amado era algo que lo rompía. Tal vez debió decirlo desde un comienzo, pero el miedo de que su relación se tornara coodependiente era mayor a todo.

El chico movía las caderas, con esa increíble lencería, sintiendo que entre las nalgas del joven cabía su miembro a la perfección. Deseó soltarse para poder emboscar mejor ese lindo trasero, pero Henry era quien llevaba el control. Besaba su cuello, bajaba por su pecho, y la mano de este acariciaba su abdomen, enredado los dedos en algunos de los vellos.

La lengua de Henry bajó entre sus pechos, hasta el abdomen. Sintió una suave mordida, y jadeó ante la impresión de los dientes del chico perforando su piel. El trasero de Henry dejó de apretar su miembro desnudo, pues estaba sin nada de ropa, y los labios bajaron hasta su entrepierna, tomando le la polla entre los belfos. Lo sintió succionar, y tiró la cabeza hacia atrás.

—Dios, Henry—. El chico comió su pene hasta la base, era suave y cálida la boca de él, succionándole, y embistiendo entro de la cavidad bucal. Sentía la saliva escurrir por la longitud de su polla, y Henry la sacó de la boca para lamerla de arriba abajo—. Henry... —. Gimió, y el chico subió hasta la uretra, acariciándola con la lengua, antes de darle una lamida larga al pre semen.

—Pídeme que te de mi culo—. Ronroneó el chico, mirándolo desde la posición en que estaba. La mano de este estaba masturbándolo, mientras los labios le besaban el abdomen—. Quieres penetrarme, ¿verdad? Pídeme que te deje hacerlo—. Aumentó la masturbación, y Ray solo pudo tirar la cabeza a un lado, gimiendo.

—H-Henry—. El chico se detuvo de golpe, apretando su base para no dejarlo llegar—. De-déjame... —. El chico se acercó a su rostro, besándole la mejilla.

— ¿Qué quieres, amor? —. Murmuró, dulce, mientras le besaba la mejilla. El trasero del chico se colocó en su miembro, precisamente dejando su polla entre las nalgas. Sintió como Henry se movía de arriba abajo, sin penetrarse. Lo iba a volver loco, más después de tres días sin ninguna actividad sexual.

—Déjame penetrarte. Quiero sentirte—. Rogó. Los ojos de su pareja estaban nublados, antes de sonreír. Lo vio alzar las caderas, mientras movía la fina tanga del agujero. Aparentemente, se había preparado, pues sintió el goteo de gel desde el trasero hasta su pene.

Henry se colocó en sus rodillas, apuntando su polla al agujero que se veía a la perfección. Era tan erótico verlo rojo de placer y húmedo en el culo. El encaje de la tela blanca se pegaba a los pezones del chico, en ese agradable top, viendo como esos pedazos de carne se alzaban.

Sintió su pene entrar poco a poco en el chico. Se sentía húmedo, suave, caliente. Henry se sostuvo de su abdomen, bajando. Pero Ray estaba desesperado, e impulsó sus caderas hacia arriba, penetrando hasta la mitad con su polla el agujero del chico.

—A-ah—. Henry tembló. El pene de este estaba goteando y mojando la tela que lo retenía un poco. Quería lanzarse encima del joven y romperle el lindo traje, follándolo duro toda la noche, y sabía que Henry era capaz de aguantar ese tiempo.

Ciudades de cristal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora