Capítulo 18. [+18]

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Advertencia: Contenido sexual explícito. Froteurismo.

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Llegó a la casa después de un largo día de trabajo, pues tuvo que presentar unos informes ese sábado para poder tener libre el miércoles con su hijo. Se detuvo en la entrada de su apartamento al ver a una cabellera rojiza conocida. Ella giró a mirarla, y Carolina solo quería seguir de largo e ignorarla. Así lo hizo, hasta que ella habló primero.

—Carolina Díaz—. Se detuvo con la llave dentro de la cerradura.

— ¿Qué quieres, Sasha? —. Trataba de mantener todo su autocontrol, respirando hondo. Giró, encontrándose con ella, cara a cara. La mujer era más alta, con tacones y bastante joven para ser la ex pareja del difundo bastardo que era padre de su hijo. Solo la vio unas pocas veces, y ese horrible día en el hospital hacía unas semanas. Bien les dijo que no quería tener nada que ver con ellos, nunca más.

—Sé que no quieres verme, pero esto es importante—. Llevaba una carpeta la cual extendió a Carolina—. Julian dejó todo a Henry—. Carolina alzó la mirada, asombrada y furiosa. ¿Cómo era capaz de hacer eso? Después de hacerle su vida añicos, le dejaba todo el dinero a nombre de su hijo. Julian Hart era un hombre de mucho dinero.

—No lo necesitamos.

—Esa es una decisión que debe tomar el heredero, no tú—. Carolina tomó la carpeta. Sasha giró en los talones de sus tacones—. Como sabrás, no necesito ese dinero. Tampoco me pertenece. Así que solo vine a dejar esos papeles. El día martes se reunirán con los abogados.

—No puedes elegir eso porque sí—. Ella giró su rostro, mirándola con aquellos intensos ojos verdes.

—Yo no lo elegí, Julian fue el que decidió todo ello. Claro, ninguno pensó que Henry fuese a actuar de esa forma, pero ya no podía cambiar las escrituras—. Volvió a caminar—. Espero tomen una elección correcta—. Seguramente, pensaba que el quedarse con el dinero.

Carolina estaba harta de todos los estragos que había hecho ese sujeto en sus vidas. Ni siquiera muerto parecía dejarlos en paz.

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Estaba tratando de mantener todo su autocontrol. Sus ojos estaban cerrados, evitando a toda costa la linda imagen de Henry haciendo todo por él. Solo podía apretar la cintura de este, y respirar con fuerza por sus fosas nasales. El chico le estaba besando el cuello, las manos de este acariciaban su pecho, cada vello de su abdomen, y poco a poco iban descendiendo.

Soltó un gemido, agradable, cuando una de las manos del chico entró por su espalda y subió a uno de sus omóplatos, pegando sus cuerpos. Sintió la pelvis contraria pegar con la propia, y la otra mano del joven bajó hasta el rabillo del pantalón, abriendo los botones con timidez.

Henry le besó el cuello, bajando por su clavícula, y dio una suave mordida allí. Apretó un poco la cintura del chico, sus caderas se movieron por si solas, deseando más roce con el cuerpo contrario. Tragó duro, ladeó la cabeza, y pensó en blanco, tratando de mantener un poco la estabilidad mental que Henry le estaba robando.

—Oh, Dios—. La mano de Henry por fin entró por su pantalón, saltando el bóxer, y dirigiéndose directamente a su miembro. Inhaló con fuerza, aguantando el aire, cuando los dedos de Henry enredaron su pene casi erecto por completo. Volvió a exhalar, pues debía respirar.

El joven subió su mano cerrada por la longitud, y volvió a bajar hasta la base. Sintió el cuerpo de su pareja temblar bajo de él, y su ego se inflaba al sacarle esas emociones y expresiones. Ray no solo era atractivo de rostro. Su cuerpo era medianamente tonificado, con vello, y su miembro era de un tamaño considerable.

Ciudades de cristal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora