Capítulo 16. [+18]

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Advertencia: Contenido sexual explícito en lugares públicos.

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—Tenemos dos horas—. Dijo Ray, cuando terminaron de almorzar en la plazoleta de comidas del centro comercial. Habían pedido algunos sándwiches en Subway, algo simple mientras compraban palomitas en el cinema.

—Vamos a recorrer el lugar.

Y así lo hicieron. Había muchas tiendas interesantes. Casi nada era de marcas reconocidas, sino productos nacionales. Henry entraba de tienda en tienda, había varias chinas, y allí decidió gastar su dinero en un Tarot.

— ¿Para qué un tarot? ¿Sabes leerlo?

Nop, pero se aprende.

— ¿No tienes ya mucha basura en tu cuarto? —. El chico frunció el ceño. Ray estaba seguro que la mayoría de porquerías que tenía Henry en su cuarto eran cosas que "aprendería" pero que jamás continuó. Tenía esa corazonada.

—Oh, señor ordenado, perdón, pero es mi cuarto—. No estaba enojado, era obvio. En el tiempo que llevaba conociendo a Henry sabía que este pocas veces se enojaba, era jocoso, y hablaba mucho, muchísimo, de muchas cosas al tiempo, enredándolo. Era entretenida su personalidad, sacándole risas.

—Sí, sí, lo que digas—. Le acarició el cabello, yendo a donde estaban los ceniceros. Necesitaba uno nuevo, el anterior estaba manchado de ceniza. Habían de cristal, bastante bonitos.

— ¿Te gusta? ¿Pero no tienes mucha basura ya? —. Henry apareció de la nada a su lado. Ray le dio un suave golpe en la frente.

—Es mi apartamento, ¿no? —. Henry le sacó la lengua.

— ¿Cuánto vale? —. Una señora, asiática, que atendía se acercó a ellos, y les indicó el precio. No era muy caro—. Yo lo pago.

— ¿De dónde sacaste tú dinero? ¿Le robaste a tu mamá? —. Henry se hizo el ofendido.

— ¿Perdón? Yo también tengo dinero—. Y así lo hizo, pagó el tarot y el cenicero, además de haber comprado las entradas al cine. Era extraño, no es que Henry no pudiese tener dinero, pero el chico no trabajaba, solo estudiaba, y su mamá le daba poco dinero.

Ambos salieron de la tienda.

—Ya, en serio. ¿De dónde sacaste dinero?

— ¿No te puedo invitar? ¿Hiere tu orgullo de macho alfa? —. Se burló el chico, sacándole un bufido.

—Henry—. Dijo severo.

—Bien, bien. Tuve un pago por un trabajito que hice. Nada grave—. Iba a preguntar, pero Henry lo tomó del brazo—. Vamos a una sexshop—. Lo arrastró al almacén del lado, de color negro y rojo.

— ¿Qué? ¿Para qué?

— ¿Cómo que para qué? Me dijiste que me enseñarías.

—Pero en una... —. No siguió hablando, pues ya estaban dentro. Era un lugar amplio, de color negro y rojo. Habían dildos de todos los tamaños y formas, juguetes extraños, y hasta dulces en la caja con la señorita que atendía.

—Mira esto—. Henry señaló con entusiasmo un consolador que parecía del tamaño completo del intestino grueso estirado—. Dudo que quepa algo así, ¿verdad? —. No es que nunca hubiese entrado a una sexshop, pero se sentía extraño al hacerlo con alguien que, para él, era tan puro. Como si estuviera corrompiendo a un niño.

La vendedora se acercó a ellos, con una sonrisa. Iba vestida de negro, con una máscara y los labios también de un negro matte.

—Mucho gusto, ¿desean algo? ¿Les interesan esos? —. Henry ahora estaba viendo unas fustas negras de cuero—. Sin especiales para el sadomasoquismo. ¿Ustedes lo practican? —. Ray iba a negarse, pero Henry se paró frente a él.

Ciudades de cristal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora