Capítulo 22. [+18]

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—Wow, es el mar—. Iban en un taxi, aparentemente. No entendía nada de lo que estaban hablando en la radio del mismo, pues era en español, pero no dejaba de ser todo muy exótico. Mientras el auto se movía, ambos pasaban por la ciudad amurallada, frente al hermoso mar, y de ahí irían a Bocagrande.

— ¿Has nadado en él?

— ¿Estás loco? Conozco el de Santa Mónica, pero es helado—. Jamás había nadado en el mar, pero se veía muy diferente al acostumbrado en Estados Unidos. El clima era cálido, agradecía ser bueno aguantando el calor, pero sus brazos se sintieron quemar al pasar por el sol. No tenía protector solar.

—Bueno, acá si se puede nadar—. Entonces el taxista dijo algo, y Ray, con lo que parecía un español fluido, le contestó—. Hotel Bocagrande, por favor—. Vio los precios en la planilla que estaba tras el asiento del taxista, agradecía haber sacado efectivo y cambiado el mismo a pesos colombianos. La diferencia era abismal. ¿Cómo en un país se podía viajar con tan pocos dólares?

—Mi celular no tiene señal—. Dijo el chico. Bueno, no tenía roaming internacional porque jamás lo había necesitado. Al menos, estaba igual tomando fotos, luego tendría que buscar algún lugar con WiFi gratis.

—En el hotel hay WiFi—. Pareciera que le hubiera leído la mente—. ¿Necesitas llamar a tu mamá? —. Henry asintió. El mayor sacó su celular, dándoselo al joven—. Tengo plan para cualquier país—. ¿Eso no era muy caro? Decidió no decirlo, se estaba dando cuenta de cuánto dinero tenía ese hombre. Sí había escuchado de David que Ray era bastante rico, pero no pensó que era real. Bueno, para un universitario, cualquiera que tuviera carro era rico.

Tomó el celular, encontrando a su madre agendada como "Suegra". Fue gracioso, jamás pensó que a su madre la llamarían así. Estuvo el resto del camino al hotel hablando con su madre, y enviándole fotos desde el celular de Ray, que sí tenía internet.

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En el hotel, la muchacha los vio algo extraños al pedir solo una suite con una cama. Era vergonzoso, no todos eran tan abiertos en Latinoamérica, pero dudaba que le importara, jamás volvería a ver a esas personas después del viaje.

Subieron a la suite, un lugar amplio, con comedor, cocina, y un cuarto en el que había un baño. Henry dejó la maleta en la cama, y corrió hasta los ventanales que daban a un balcón. Allí se asomó, teniendo una hermosa vista de Bocagrande y la playa. Todo se veía tan hermoso.

Aunque el vuelo fue de cinco horas, saliendo de su país a las cinco de la mañana, llegaron ahí a las ocho de la mañana Colombia debido a la diferencia de horario. ¡Prácticamente viajaron en el tiempo! El día era soleado, y tenía muchísimas ganas de salir.

Sintió las manos de Ray tomarlo de la cintura, abrazándolo. La nariz de este olfateó su cuello, avergonzándolo por lo sudado que estaba.

—Feliz cumpleaños.

—Definitivamente, el mejor—. Sonrió, dándole un beso en la mejilla—. ¿Quieres salir?

— ¿Tú quieres? Pensaba ir a la playa, pero en unas tres horas, para almorzar allá. Y en la noche ir a la ciudad amurallada.

—Conoces mucho.

—Vine una vez—. Su voz, por alguna razón, sonó lúgubre con ello, y era porque Ray recordaba al imbécil de Camilo, cuando en su viaje de graduación habían decidido estar en un hostal de la ciudad amurallada. Eran recuerdos que quería borrar.

El chico giró en sus brazos, tomándolo de las mejillas y estampando sus labios.

—Entonces... —. Inocentemente, colocó su rodilla entre las piernas del mayor, masajeando con suavidad el bulto sin despertar del mayor—. Deberíamos matar tiempo—. Estaba volviéndose muy lascivo, y poco a poco, cogiendo confianza de ese hecho.

Ciudades de cristal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora