Capítulo 26.

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[...] En cuanto a ti, ¿eres capaz siquiera de pensar en algo más que en ti mismo? A veces creyendo que todo gira a tu alrededor, pero la honesta realidad no deja de darme señales de que, al igual que todos, debo alejarme de aquel dolor que me causas día a día. Porque si bien tus manos frías recorriendo mi piel desnuda, tus labios suaves sacando un poco de néctar, tus ojos cósmicos que me hacen perder... 

Eso, precisamente, es lo que queremos evitar. 

El amor es algo en lo que difícilmente se puede caer cuando has vivido una eternidad. Desde las uñas de mis pies hasta el último cabello de mi cabeza, todo mi cuerpo es recorrido por una electricidad al verte. 

¿Entiendes lo doloroso que es? Más para mí, aunque sigues siendo un ególatra presumido con demasiado aire en la cabeza. ¿Cómo no te termina desesperando esa sensación de hueco y sin sentido? Perdiéndome en los latidos cada que paso a tu lado, pero es tan inimaginable para alguien como tú, que una persona banal como yo esté tras tus huesos. ¿Es así como tratas de demostrarle al mundo que nuestro amor es irreal? 

Pedante y... [...]

—Pensé que habías dicho que no leías erotismo—. Levantó su mirada del libro, recibiendo una taza de café de Noami. Ella acababa de despertar, seguramente, pues no estaba del todo arreglada para la entrega. En cambio, Ray ya estaba listo para salir en cualquier momento. Ese día de descanso estaba aburriéndolo, porque, de alguna forma, se había acostumbrado a la fogosidad de Henry.

—Es más que erotismo.

— ¿Cómo? —. Ray dejó el libro en la mesa, tomando el café que Noami tenía para él.

—Se siente como si estuviera leyendo una catarsis de alguien en desamor.

—Oh. Sí. Pero tiene sus partes candentes. Aunque, claro, no es precisamente el erotismo acostumbrado hoy en día. Es más... ¿fantástico? —. Más bien, sentía que se perdía entre letras leyendo un monologo de alguien que escribía desde el dolor. Aunque resultaba confuso, pues desde el inicio no te dan un nombre, solo letras y expresiones. Irónicamente, no los necesitó.

—Yo diría... —. Su celular sonó, y en la pantalla aparecía un 'Principito'. Sonrió, tomando el teléfono y dejando a Noami curiosear el libro encima de la mesa del bufete de aquel hotel—. Hola, amor.

—Ray... ¿Cuándo vuelves? —. Esa era la pregunta que no dejaba de hacerle cada vez que hablaban por WhatsApp. Le resultaba tierno, se lo imaginaba hacer un puchero.

—Mañana en la noche.

— ¿Puedo ir a tu apartamento a recibirte?

—Siempre eres bienvenido. Tienes llave—. Le había dado una hace unos meses, después de Halloween. Henry siempre podría entrar si quería, y no sería una sorpresa encontrarlo durmiendo en su cama. Claro, el chico a veces no le avisaba a Carolina, y ella lo llamaba preocupada.

—Sí, pero pensaba recibirte... Algo diferente—. ¿Algo diferente? —. ¿David y Dayana estarán?

—No creo, fueron de viaje a un pueblo cercano. Dayana está de cumpleaños—. Estaba seguro de que Henry lo sabía—. Así que no volverán hasta el fin de semana.

—Bien—. Ronroneó el chico—. ¿Cómo la estás pasando allá? —. Era aburrido sin Henry. De alguna forma, también extrañaba los besos del chico, abrazarlo, dormir juntos. Si bien tenían una vida sexual realmente apurada, también echaba de menos esas actitudes. Tal vez se estaba acostumbrando y su estamina subía.

—Todo bien. Mañana es la entrega de premios. Noami está bastante entusiasmada, aunque no recibirá nada. Se supone que su lugar era para un escritor nuevo pero popular.

Ciudades de cristal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora