Capítulo 5.

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Estaba en la editorial, bastante más relajado que de costumbre. Aunque odiaba ir a la oficina, porque no era su estilo, ese día debía reunirse con una escritora del cual estaba a cargo, además de llevar su propio manuscrito a su editor, quién era la persona más feliz cuando cumplía con los plazos.

El día era oscuro, bastante opaco, y las nubes se revolvían en el cielo, dando alusión a una inminente tormenta. Pensó, por un momento, que era un buen día para estar en su casa, en su cama, y viendo alguna serie sobrevalorada o una película de terror con falsos giros argumentales.

—Parece que va a llover—. Comentó la mujer, su escritora a cargo. Una linda chica de cabello castaño hasta el hombro y gafas. Era agradable, al menos, cuando cumplía sus plazos. Noami, su nombre, estaba tomando de la taza de café que les sirvieron en la sala de juntas. Ambos miraban fuera del edificio.

—Demasiado—. Pensó por un momento en Henry, aunque no sabía por qué. Él le había dicho que ese día iría a la universidad; y estaba seguro de que no tenía dinero para tomar un carro. ¿Se mojaría? ¿Y si se resfriaba? Eso sería problemático. ¿Por qué se preocupaba? —. ¿Me darías un momento? Debo hacer una llamada.

—Adelante—. Ella sonrió. Ray se levantó, saliendo de la sala, y tomando su celular. Sin pensarlo mucho, marcó el número que empezó a memorizar, al menos, los primeros dígitos los sabía. No entendía a qué se debía todo... eso. Solo era una lluvia, no tenía por qué preocuparse, ¿verdad?

— ¿Aló? —. La voz de Henry se escuchaba por el altavoz.

—Hola, soy yo, Ray—. Bien, no sabía qué decir. Si bien habían estado hablando casi dos meses, pocas veces se llamaban, y era porque ambos coincidían que las conversaciones eran mejor cara a cara—. ¿Cómo vas?

—Bien. En la universidad. ¿Y tú?

—En la editorial—. Miró dentro de la sala. Noami estaba en el celular, pero no podría hacerla esperar mucho. Escuchó un trueno, antes de que las gotas de lluvia empezaran a caer en los ventanales—. Me queda cerca tu universidad. ¿Te recojo? —. Bien, al punto. Un silencio se extendió, pudo imaginar el rostro de sorpresa del chico.

—Eh... Sí, claro. Pero, ¿no es mucha molestia? Digo, es martes, no creo poder salir contigo a ningún lado—. También habían salido, algunos fines de semana. Iban a caminar, o tomaban algo. Hablar era cómodo en persona, cabe recalcar.

—Te llevaré a tu casa. Va a llover—. Podía imaginar la tierna (¿tierna?) expresión de sorpresa de Henry.

—B-Bueno. Entonces sí.

—Bien. Nos vemos en una hora. Mándame tu dirección en tiempo real, te recogeré donde estés—. Y colgó.

Volvió a entrar a la sale, Noami dejó su celular.

— ¿Alguien importante? —. Se sentó frente a ella.

— ¿Por qué la pregunta?

—Bueno, nunca haces llamadas cuando estamos entregando el primer manuscrito—. Sus orejas ardieron un poco, lo que le sacó una risa a la chica—. Está bien. El amor es lindo—. Era fácil decirlo para una escritora de romance.

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Se sorprendió tanto por la llamada que aún seguía con la mirada fija en su celular, sin poder creer lo que acababa de pasar. Su corazón latía con rapidez, le era difícil creer que algo así estuviera en su vida, alguien así. ¿Recogerlo por la lluvia? Eso era... Tan lindo. Demonios, no debía ilusionarse. Por lo que hablaba con Ray, sabía que el hombre no buscaba una relación, menos cuando llevaba seis meses (o más) de ruptura. Y eso lo desanimaba, porque su corazón estaba siendo tan injusto con él.

Ciudades de cristal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora