Capítulo 8.

224 25 5
                                    

Las historias que una vez se vivieron marcan algo dentro de las personas que les impide continuar hacia delante, y la realidad es que por más que se trate de continuar adrede de ello, es tan difícil que, en ocasiones, resulta difícil respirar. Henry se sentía así, todo el tiempo, y aunque su vida parecía tomar otro rumbo, sentía, como no, que algo malo iba a pasar, inevitablemente. Como si el mal te esperara a la vuelta de la esquina, y ¿qué harás cuando llegue?

— ¿Estás bien? —. Tal vez debería concentrarse en el ahora. Henry desvaneció sus pensamientos, sonriendo a Dayana y David, quienes acababan de salir del estacionamiento. Ella iba con unas gafas de sol, y él con una gorra. Henry, quien apenas estaba notando el calor que hacía, colocó su palma en su frente, para poder mirarlos.

—Sí.

—Bueno, lo mejor es que no te distraigas—. Dayana lo tomó del brazo, y los tres comenzaron a caminar hasta las largas filas para entrar al parque de diversiones. Estarían allí todo el día, puesto que de once a seis era para montar a atracciones de alto impacto, mientras que, de ocho a tres de la mañana, estarían entrando a los castillos. Era el festival, después de todo.

—Es difícil no hacerlo—. Dayana acarició su mano, y enredó sus dedos, mientras David sacaba su celular, donde tenía las boletas que compró por adelantado.

—Oh, querido...

—Al menos logramos sacarlo de la casa, Daya. No pidas mucho—. Dijo él, riendo—. Pero creo que parte de ello ha sido gracias a Ray—. Henry se sintió incomodo con el nombre. No es que... Bueno, después de su desaparición autoproclamada, duró unos días antes de lograr salir, y cuando por fin lo hizo, Ray tuvo que viajar. Ese día lo vería después de más de un mes, y, además, sería como la primera vez que salían siendo ¿algo?

— ¿Y él? —. Preguntó a Dayana. David estaba reclamando los brazaletes.

—Llegará al festival, en la noche. Está ocupado en el día, igual que Jasper—. Soltó un simple "ah" como respuesta, levemente decaído por esa idea. La chica le sonrió, tomándolo de los hombros—. Pero vamos a divertirnos, ¿bien? Y ya en la noche podremos asustarnos un rato.

Ella siempre sacándole lo positivo. Sonrió, asintiendo, aunque no muy convencido con su mente sobre ello.

Los tres hicieron la fila para entrar. David hablaba bastante, mientras Dayana solo asentía a todo, y Henry se mantenía, obligatoriamente, escuchando la conversación. Así, tal vez, no perdería el hilo de ese día.

El lugar era hermoso al entrar. Un parque de diversiones con solo atracciones de alto impacto. Desde tres montañas rusas, la licuadora, One shot (te subía casi diez metros y te tiraba a una muerte segura), y muchas más. Todas llenas, como no. Pero decidieron hacer fila en la primera que encontraron.

—Una foto—. Dayana sacó su celular, colocó la cámara frontal, y tomó una foto. David se colgó de sus hombros, y Henry hizo un signo de paz con sus dedos, sonriendo. La fila estaba bastante larga, pero no tanto como la del One Shot. Dayana, quien amaba tomar fotos para su Instagram, le pidió que le tomara varias frente a la atracción, que era un barco pirata que te daba un giro completo, dejándote de cabeza.

Henry no montaba en esas cosas, le daban mucho pánico. Pero la pareja lo convenció, solo si ambos le pagaban el tiquete para el festival en la noche, el cual no le daba miedo en lo absoluto, amaba el terror. Así que ellos estuvieron de acuerdo, y todos ganaban; menos Henry, que veía ese barco y pensaba que se iba a caer por las barandas superiores que lo sostenían a la silla.

— ¿Y si me caigo? Soy tan de malas que eso se suelta.

— ¿Crees que una atracción que ha matado personas seguiría abierta? —. Dijo David, tomando una foto a Dayana. La chica se había vestido con toda, para tomar buenas fotos. Iba con un jean pegado a sus piernas de color negro, unas botas negras de chapas, una camisa de rayas grises y blancas, y una chaqueta de jean con pines. Su cabello, largo y voluminoso, iba en una coleta de caballo. Tenía aros de aretes en las orejas, y maquillada muy clásico y poco llamativo. Las gafas de sol descansaban en su cabeza, mientras hacia una pose en su cámara de selfies.

Ciudades de cristal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora