Navegando en el Pasado

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Advertencia de mucho texto, demásiado texto.

Amelia:

Aunque suene imposible, recuerdo mi primer día en el jardín de niñas, sonrisas y abrazos cálidos, berrinches, juegos por todos lados, siestas largas, etc.

Cuando algo iba mal, lo decía, desde cierta edad podía saber quien me mentía, pero algunos sabían hacerlo bien y me lastimaban. Mi padre no sabía mentir.

Cuando tuve seis años, pregunté por primera vez si todo estaba bien, cada noche desde que tenía memoria lo escuchaba llorar desde su habitación, nuestro hogar se consideraba humilde a ojos de personas ajenas a nosotros y tal vez cercanos también, pero no me importó, solo valoraba mucho el amor que mi padre me brindaba, me juré que lo ayudaría a toda costa a mejorar nuestras vidas, porque el se esforzaba mucho para darme pequeños lujos como ropa nueva, zapatillas de mi gusto, cuadernos nuevos todos los años, lápices, pinturas, todo.

Estudiaba mucho y me llenaba de frustración el hecho de no mejorar en matemáticas, mis notas siempre fueron un tanto bajas pero aún así seguía leyendo cosas para ser más inteligente, porque quería convertirme en alguien tan grande y admirable, alguien que pudiera inspirar a otros y que pudiera ayudar a su padre.

En primaria habían niñas que me molestaban por ser de estatus bajo más por estar en una escuela de alto prestigio, una de las más caras del país. Fue en tercero o segundo de primaria que conocí a Sandy D'Fant, era igual que yo y así como a mí, la molestaban e incluso la hacían llorar, les agradaba verla sufrir, les divertía verla sufrir más a ella que a mi, porque yo me limitaba a no soltar lágrimas frente a ellas.

Por ello la defendí, no sólo porque era mi preciada primer amiga, sino porque no soportaba verla en ese estado, ver esas sonrisas llenas de maldad. Mi inocencia no me permitió ver que ellas eran malas, siempre pensé que yo tenía algo malo, pero Sandy no, ella no tenía nada y aun así la molestaban.

Luego de una golpiza y una llamada de atención, ese grupo de niñas de ocho años fueron expulsadas. Viví todo ese tiempo sin llamar la atención pero esta vez sin Sandy.

Cuando llegaba a casa luego de mis clases podía escuchar a mi padre hablar por teléfono, reclamando el pago que le debían en el trabajo y que entendieran que estaba en quiebra.

Siempre lo e visto como alguien fuerte y a la vez como una persona que mentía por el bien de su hija, sabía bien que no debía meterme en asuntos de adultos, por ello no le decía nada, pero evitaba producir gastos, por ello estudiaba aunque era inútil porque no lograba mejorar.

Me presentó a la tía Velany, era una adulta rebelde, a mi perpeptiva de niña pequeña, era una mujer asombrosa, divertida que podía ser mi cómplice de travesuras y bromas a papá, sumamente genial.

Cuarto de primaria y mis notas seguían al borde de caer por completo, me mantenía deprimida porque me odiaba a mi misma. A veces me preguntaba dónde estaba mamá cuando me gradué del jardín de niñas o donde estaba cuando papá ganó un certificado por el mejor maestro, siempre me imaginaba como era aquella mujer. Quería su ayuda, su presencia, más por el que por mí.

Mi padre estaba estresado, cansado y fue así que me dispuse a no pedirle ayuda a nadie, porque sentía que solo molestaría o solo empeorará el estado de esa persona. Cuando entré a quinto, tuve mis dos primeras amigas reales, nos conocíamos las caras pero nunca hablamos hasta ese momento donde convivimos hasta morirnos de risa, pero una mañana, donde estaba sentada en mi carpeta con el cuaderno abierto tratando de entender los números y signos que habían en él. La conocí...

-Eres Rosie...cierto?

Llegó con una seriedad inigualable, al principio tuve miedo, me recordó a las veces que fui molestada y torturada en aquellos años, la miré a los ojos notando ese color jade brillante en ellos y su piel trigueña con cabello castaño.

Dulce PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora