Parte 1

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Al interior de la su lujosa habitación en el noveno piso, el overlord miraba su reflejo en silenciosa contemplación. Sus manos sin carne, su rostro si piel, no había grasa o musculo en todo su cuerpo; tan solo huesos.

Esto era en lo que se había convertido, todo lo que era ahora: Un esqueleto.

Satoru Suzuki se había convertido en la creatura nombrada como el gobernante definitivo, y ahora cada vez que se buscaba en el espejo encontraba un monstruo incapaz de sentir fatiga, inmune al hambre o el miedo, e indiferente al paso del tiempo.

Este cuerpo, que en otras circunstancias hubiese sido un sueño hecho realidad, le había quitado a Ainz los más básicos placeres de la vida. Ya no podía tomar comidas calientes, ni bebidas dulces. No podía experimentar la alegría de lanzarse a su cama y cerrar los ojos después de un largo día de trabajo. Y por sobre todo, no podía disfrutar del calor de una mujer...

Si Ainz llamara a Albedo para compartir la cama, la guardiana lloraría de felicidad. Ainz tendría a su merced a la más hermosa mujer de la que jamás hubiese tenido conocimiento, y no sentiría nada por ello.

"¿Ocurre algo malo, Momonga-sama?" Durante sus primeros momentos en este mundo, esas fueron las dulces palabras que escucho por parte de Albedo. Y en ese momento... Cuando sus emociones y deseos aún seguían vivos, por ese breve instante, Ainz disfruto de su propia lujuria, y quiso entonces lanzarse a la guardiana como un animal en celo, deseo tomarla ahí mismo en la sala del trono bajo el estandarte de Ainz Ooal Gown, su nuevo reino de placer.

Si Ainz hubiese llegado a este mundo como humano, Shalltear nunca habría sido controlada, las masacres no habrían tenido lugar, ni ese plan de dominación mundial se había puesto en marcha, pues él se hubiese mantenido encerrado en su habitación en el noveno piso, disfrutando de cada una de las npc, dejando atrás su propia moral y sucumbiendo al deseo.

Cuando lo ponía en la balanza, Ainz creyó su situación actual era la mejor. Quizás de vez en cuando sintiera envidia de aquello que podían degustar una buena comida, pero era algo que podía mantener bajo control... eso hasta que Lupus Regina metió la pata.

La pléyade había llegado con su informe sobre el pueblo carne hacia unas semanas, y dado que Ainz le había pedido que en esta ocasión no omitiera detalles para no repetir sus errores, Lupus Regina había narrado todo a Ainz, incluyendo la vida marital de los recién casados Enri y Nfirea.

Desde entonces, desde que supo que aquel farmacéutico se había desecho de la etiqueta de virgen que aun seguía en la frente de Ainz, al Overlord lo comenzó a acosar una emoción que no podía negar.

[Curiosidad]

Puede que fuese por su cuerpo de no-muerto, o por sus niveles como sabio, pero la curiosidad era una emoción poderosa en Ainz.

Y eso nos llevó a este momento. Al Overlord con un anillo especial en su dedo y apunto de gastar uno de sus recursos más valiosos en una estupidez.

Ainz podía vivir con el hecho de experimentar placer de nuevo. Pero algo con lo que no podía vivir el overlord era con la incertidumbre de no saber cómo se sentía una de las actividades más placenteras de la existencia, y lo que en cierta forma, había sido la base de toda civilización.

Ainz ansiaba saber lo que se sentía deshacerse de esa etiqueta de virgen.

El overlord llevaba equipado un anillo especial [Anillo de la estrella fugaz] que le permitía usar un hechizo de súper nivel homónimo, sin la necesidad de gastar experiencia y con la seguridad de que cualquier deseo que pidiera seria cumplido. Este anillo tenía la habilidad para violar las propias leyes de la naturaleza, y ahora el overlord lo iba a ocupar para volver a tener un cuerpo...

Overlord: LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora