Capítulo 11

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Aaron

Mierda, mierda. ¿Cómo pude quedarme dormido?

Me levanté tan rápido como pude a las puertas del balcón, estaban cerradas por las grandes cortinas, había un poco de sol, aún así la mañana se veía fría. Miré hacía la cama para verla durmiendo aún plácidamente, pequeños mechones caían sobre su rostro, los alejé con cuidado, mis dedos a punto de rozar su mejilla...¿qué mierda hago? sacudí mi cabeza y corrí a la ducha.

Simmons me mataría, él me estaba dando la oportunidad de familiarizarme más con la medicina y yo simplemente estaba haciendo esto de llegar tarde. Envolvi una toalla alrededor de mi cintura saliendo del baño. Pantalones color negro yacían en la cama junto con una camisa blanca y mis zapatos negros en la orilla.

—De nuevo tarde —susurra en el umbral de la puerta.

Su camisón de dormir le llegaba hasta los muslos, su corto cabello castaño estaba desordenado y sostenía una bandeja con café y algo de pan tostado. Cualquier hombre estaría encantado de despertar a lado de una mujer así y yo he tenido el privilegio de hacer eso desde hace ya unos meses. Daphne es hermosa.

—Simmons me matará —digo entrando al baño con la ropa para vestirme.

—Entonces, ¿No desayunas conmigo?

—Lo siento, no. Regreso hasta la noche. ¿Cena?

—Claro, ¿Te quedas en mi departamento esta noche? —dice acercándose a mi ayudándome con los botones que no abroche de mi camisa.

—Con gusto.

Sus labios rozando los mios, sus manos en mi pecho. Cerré mis ojos disfrutando de su toque solo por un momento, no podía distraerme aún más de lo que ya lo había hecho en la ducha.

—Debo irme, en serio, te veo en la noche.

Me aparté y di un sorbo al café, corrí a la sala tomando las llaves del auto y departamento, ella me seguía a cada paso que daba, antes de salir tómo mi mano deteniéndome.

—Te amo, suerte.

Mi pecho se oprimió y cerré mis ojos con fuerza por unos segundos. Llevaba todo éste tiempo preguntándome si de verdad la amaba, me preguntaba que demonios había hecho con mi vida. Suspiré.

—Y yo a ti, Daphne.


...


Estúpido tráfico en Nueva York, no me ayudó demasiado a decir verdad, cuando llegué al hospital y por fin encontré donde aparcar mi auto ya el reloj marcaba las 11:46 a.m. maldito día. Paso mis manos por el cabello desordenado. El gafete de entrada... ¿Dónde estaba? Rezaba por no haberlo dejado en casa, Simmons insistía en que lo llevara, no quería enfadarlo más si no lo tenía.

Abrí la guantera del auto y millones de papeles saltaron, papeles del seguro, multas, pagos de la universidad, tickets del súper. Maldecí por décima vez en el día. Todo estaba mal conmigo, entre todo eso pude visualizar el gafete. A la mierda los papeles los tiraré después. Me enderecé en mi asiento para abrir la puerta del auto sin antes verme en el espejo retrovisor; pude observar a Simmons en la entrada con unas personas, estaba mentalmente preparado para escucharlo reprenderme.

Salgo del auto a unos metros de la entrada del hospital, las mujeres se despedían animadamente del doctor, acomodo mi camisa y me coloqué el gafete. Simmons ya se encontraba solo, di unos pasos acercándome a él, levanto mi mano para saludarlo. Entonces, escuché esa risa, su voz... ¿Me estaba volviendo loco? estaba casi en mis narices con el cabello pelirrojo aún más largo; la reconocería en cualquier lugar, su piel blanca, sus ojos verdes. Sentí mi garganta seca, ¿Estaba sudando?  estaba a nada de desmayarme en el estacionamiento.

Luz Roja #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora