TRILOGÍA HÁBITOS INSACIABLES. (Libro I)
Vanessa apenas empieza a separarse de la sobre protección y tabúes de su madre descubriendo así las tentaciones y emociones de la libertad. Pitt un joven empresario conocido por su arrogancia y mal temperamen...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Vanessa
Al despertar lo primero que hago es escuchar a Anna reportar el incidente de anoche, la cabeza me da vueltas y mi estomago parece que lo hubieran usado como bolsa de boxeo, mi boca está reseca y a penas puedo mantenerme de pies.
Y lo peor, aún debo ir a trabajar.
Escucho el teléfono de Anna sonar y mi cabeza parece que va a estallar.
—Es tu mamá—me avisa.
Lo último que necesito en estos momentos.
—Dile que ya salí—le murmuro.
—Ya es tarde—me guiña un ojo—ya le dije que estabas aquí.
Tomo el teléfono y lo acerco a mi oreja.
—¿Vanessa?—escucho el grito de mi madre llamarme y despego el teléfono de mi.
—Si soy yo, ¿Qué sucede madre?
—Te estuve llamando y no contestabas, entra buzón, ¿Por qué no contestas cuando te llamo?
Olvidé que había mojado mi teléfono y el que Pitt me regaló tiene un número diferente, con razón había estado tan calmada todo este tiempo, pensé que simplemente por fin me había dado rienda suelta.
—Si madre, es solo que perdí el teléfono, hoy iré por uno nuevo.
—¿Y por qué no usaste el de tu amiga para avisarme? he estado muy preocupada, ¿Qué has estado haciendo? ¿Cómo se perdió tu teléfono?
Sus preguntas me agobian.
—Te llamaré más tarde para hablarlo, ahora debo de irme al t-trabajo—arrastro la lengua.
—¿Estás borracha?
—¿Qué? claro que no, sabes que no tomo alcohol.
Le doy una mirada a Anna quien parece que se va ahogar en su propia risa.
—Sabes que no debes tomar, luego está esa miga tuya, te he dicho que esa tal Anna es mala influencia para ti...
—Ok madre, hablaremos luego, besos—cuelgo la llamada sin percatarme.—¡Mierda! le cerré.
—Que bueno, si no lo hacías tu terminaría haciéndolo yo, me estuvo llamando toda la madrugada, no es por nada pero nunca dejaré de decir que esa mujer está loca.
—Pero sigue siendo mi madre, respétala.
—Tu madre loca.
Volteo los ojos.
—¿Y qué harás hoy?
—Tengo una entrevista más tarde.
—Tan rápido—ladeo la cabeza.
—Un viejo compañero me consiguió una entrevista de cinco minutos con su gerente de campaña.
