Capítulo 18

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Tomaron un tren que pasaba bajo la catedral. Sofía no sabía si era el mismo que usó cuando llegó al cielo. Cuando bajó vio el mismo carro, pero con leves diferencias. No podía equivocarse.

El hecho de ser prófuga la preocupaba, pero más el hecho que, debía buscar respuestas. ¿Cómo aún no había colapsado? ¿Qué tenía dentro de ella que aun la tenía allí, de pie, enfrentándose a su cruda realidad?, ni ella misma lo sabía.

La situación en el Cielo era complicada. Al final alguien había tratado de entrar a la información de  la organización, usando un software que dañó muchos sistemas, que sin ellos, la organización y su seguridad, estaban en peligro.

Así que, con todo lo dicho  antes, Sofía, Héctor, Ramiro y sus compañeros, tomaron rumbo a Santiago de chile.

Los compañeros estaban esquivos con ella. Eso era lógico, después de enterarse que no era lo que dijeron, sino una prófuga de la justicia, y por alta traición, los descolocó un poco. No eran idiotas, y se dieron cuenta de inmediato cual era motivo de la acusación. Ahora no sabían cómo mirarla. Raúl estaba serio y algo molesto, Joaquín esquivo, y Camilo, aunque extraño que parezca, muy serio. No le dirigieron la palabra, ni siquiera notaron su presencia. Eso le dolió. Solo Héctor no mostraba cambio alguno hacia ella. Él la acompañaba y le hablaba de vez en cuando, con el mismo tono serio, sereno y sabe lo todo, que solo ese muchacho tenía. Ramiro no participó mucho ya que tenía que manejar esa máquina enorme.

La muchacha ahora iría a Santiago a cerrar viejas heridas, que si se pone a analizar más detalladamente, de viejas no tenían mucho. Solo quería buscar algo en su antigua casa, algo que le recordara a su madre, ya que no pudo hacerlo en Antofagasta, por lo menos, quería encontrarlo en Santiago. Aunque no estaba muy segura, ya que la región metropolitana era enorme, y ella vivía en la comuna de Santiago centro. Esperaba que pasaran cerca de Alameda para caminar a su casa, que quedaba cerca de allí.

El camino fue largo, pero no tanto como el primero. El tren se había ido a una velocidad increíble, que hizo que el trayecto se disminuyera más de la mitad.

—Come algo—le ofreció Héctor. Ella lo miró y esbozó una sonrisa.

—No tengo hambre—susurró. Él se sentó a su lado y la observó seriamente.

—Sofía, sé que es difícil, pero creo que debes aceptar este tipo de reacción de ellos. Es lógico—ella suspiró y asintió

—Lo se... pero, es difícil.

—Nadie dijo que no lo sería. Come—le pasó un pan envuelto en papel aluminio y ella lo recibió  sin oponerse. Era mejor aceptar, ya que necesitaba fuerzas para lo que venía.

El tren de pronto comenzó a detenerse, y todos miraron a Ramiro. Él frenó completamente y se dirigió a sus soldados.

—Llegamos, prepárense—les ordenó. Sofía mordió su pan y lo guardó en un bolsillo de la chaqueta negra que estaba utilizando. Héctor le pasó una especie de casco que cubría completamente su cabeza. El mismo que todos usaban. Al colocárselo se sintió extraña. Solo veía manchas rojas, amarillas, verdes y azules. Frunció el ceño, ¿Eso era normal?, ¿tenía sensor térmico? Héctor tocó el casco y de un segundo a otro, todo volvió a la normalidad. Sofía se sorprendió, y como si fuera un juguete nuevo, comenzó a apretar el botón para ver nuevamente las manchas.

Ramiro ordenó que lo siguieran, y ellos obedientemente lo hicieron. Sofía quedó al lado de Héctor, mientras que los demás iban en pasos acelerados, delante de ellos.

Pasaron por un túnel bastante oscuro. Sofía ya había estado allí, no podía equivocarse. Era la misma claustrofóbica sensación que sintió al venir con Lucas, cuando la buscó para llevársela al cielo. Si era así, estarían cerca de su casa. Algo de alegría pasó por su corazón, nunca antes pensó ponerse feliz por ir a esa casa. La muchacha reconoció el lugar. Era el mismo. Vio la pequeña desviación que la haría pasar por debajo del agua, que según ella, era estancada, pero que al final no lo era. Pasaron de largo. Eso la decepcionó un poco. Caminaron por cinco minutos y llegaron a un callejón sin salida. Ramiro apuntó con su linterna una escalera metálica alta y sin meditarlo, subió por ella. Los demás lo siguieron. Sofía comenzó a emular los pasos de a poco, hasta que vio la luz se colaba por el orificio, que era la salida. Todos salieron alerta. Sofía asomó su cabeza a la calle y casi pierde el equilibrio de la impresión.

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