Capítulo 26

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—Recuerdo que un día te fui a buscar a tu casa. Quería que jugáramos, pero estabas castigada. Me dio algo de rabia y me devolví donde mi mamá. Ella no estaba en la casa, así que me escapé y me metí a escondidas a la tuya. Justo la tía había ido a comprar, pensé que era suerte, subí a tu pieza y entré. Allí estabas jugando con una muñeca, ¿recuerdas esa muñeca? —Sofía asintió y se quedó mirándolo con nostalgia.

Se notaba esa conexión que tenían, esa fraternidad que no se podía romper. Sabían lo que el otro pensaba, como se sentían, y que ocultaban. En el fondo, Sofía sabía que Benjamín escondía muchas cosas, pero por miedo, no quería saberlas. Se hacía la vista gorda. Como pasaba con Berlín, la verdad estaba frente a ella, pero por temor, no la buscaba, se alejaba, no quería sufrir, no quería llorar y lamentarse. Tal vez prefería vivir en ese mundo de mentira, en esa burbuja.

Todos estaban sentados alrededor. De la mesa. Dejando a Benjamín al otro lado de esta, solo.

« Te saludé y me senté contigo. Luego me dijiste que jugara con la muñeca, y yo no quise. Me estabas obligando. Me la pasaste a la fuerza y eso me enojó. La tomé y sin querer la rompí... enfureciste. En ese momento me gritaste, y me golpeaste. Yo no me defendí. Llorabas mucho y mirabas a la muñeca, nunca en mi vida me había sentido tan mal. Luego te recostaste en el piso y cerraste los ojos. Pensé que te habías muerto y fui a ver que te pasaba. Estaba a punto de ponerme a llorar cuando abriste los ojos...eran tan rojos que me paralicé. Caí sentado y me entró el pánico. Me miraste y sonreíste. Me hablaste y miraste la muñeca con desprecio. La tiraste a la basura. Grité súper fuerte y a los segundos llegó tú papá. Me miró y te miró y de su bolsillo sacó algo y te lo inyectó en el cuello. Caíste desmayada en los brazos de tu papá y me hizo prometer que no dijera nada»

—¿Cuántos años teníamos? —preguntó Sofía sin emoción.

—Ocho.

—¿Volviste a interactuar con ella?

—Sí.

—¿Sabías sobre los Carmesís?

—Sí.

—¿Conociste a mi abuelo?

—No.

—¿Mi papá hablaba con la Carmesí? —se quedó en silencio un momento y suspiró.

—Sí. Ambos buscaban la forma de salvarte.

—¿Por qué?

—Nunca me dijeron. Pero no hay que ser un genio para no darse cuenta que es porque te quieren. No sé mucho más que esto. Le prometí a ella que no te contaría, pero viendo la situación, no puedo callar más—a Sofía se le rompió el corazón en mil pedazos, se sentía totalmente traicionada.

Las lágrimas bajaron lentamente por sus mejillas, mojando levemente sus labios. La nariz le goteaba. Se limpió con la manga de su chaleco y bajó la mirada negando con la cabeza.

—Eres de lo peor. Un maldito. No sabes cuánto te odio.

—Lo sé. Y me odio a mí mismo por no decirlo antes—respondió Benjamín al borde de las lágrimas. Se cruzó de brazos esperando alguna otra respuesta de ella. Pero Sofía se quedó en silencio. No quería eso, no quería que se callara—. Dime algo por favor—comenzó a llorar y ella seguía negando con la cabeza. No podía decirle algo, no podía. La desesperación de Benjamín era evidente y todos quedaron sorprendidos de la escena.

Sofía se puso de pie con las lágrimas aun aflorando de sus ojos y el corazón hecho pedazos. Se dio media vuelta de allí y salió corriendo. Benjamín apoyó los brazos en la mesa y su cabeza en ellos y su llanto se profundizó haciendo más lastimera la situación. A Alba y a Julio se les cristalizaron los ojos. Hasta que la chica explotó en llanto.

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