Capítulo 9

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Una pequeña brisa golpeaba su rostro molestándola. Sofía se dio vuelta en la cama dándole la espalda a ese aire frío. Abrió los ojos somnolienta y observó el lugar. Frunció el ceño, ¿Dónde estaba?

Se levantó lentamente extrañada, ¿Cómo había llegado a su habitación?, y no cualquiera, sino la de Antofagasta. Vio su estantería, peluches, escritorio y libros. Estaba todo igual desde que se fue a Santiago. Se puso de pie revisando su pieza, la recorrió con la boca abierta, ¿estaba soñando? No podía ser posible, algo malo pasaría, ningún sueño suyo era agradable, siempre pasaba algo que lo arruinaba. No podía negar que en ese momento, se sentía un tanto feliz. Era su habitación, su cama, sus cosas. Eran las mismas paredes con los retratos familiares, y con sus amigos, entre ellos Benjamín. Se acercó a las fotografías, en donde ella estaba feliz y sin preocupaciones. Tomó una que no recordaba que tenía, la observó extrañada, era ella y benjamín besándose. Se quedó helada, ella jamás había besado a su amigo aunque hubo una vez que casi lo hizo, pero esa era otra historia, ¿pero qué estaba pasando?

Se dio media vuelta con el retrato en la mano y se dirigió a su ventana. Abrió las cortinas haciendo que el sol se colara dentro de la habitación. Deslizó el ventanal y salió al balcón con la boca abierta.

Definitivamente estaba en su Antofagasta querido, pero no el que recordaba. Las personas se estaban bañando en el mar despreocupadas y otras disfrutando de la arena y playa. Mucha gente en bicicleta, trotando o jugando con un balón. Esto no era normal.

Sofía no había podido hacer eso en años, por la guerra la gente se negaba a pasar un buen rato nadando en el mar o tomar el sol, solo pocos lo hacían y eran mal vistos.

Entró nuevamente a su habitación dejando la fotografía encima de su cama y salió de esta al pasillo. Miró por todos lados y se dio cuenta que la decoración estaba distinta. Realmente se estaba asustando. Bajó las escaleras con cuidado, tenía miedo de ver algo desagradable, aunque hasta ahora el sueño no se ha vuelto en un mar de sangre. Se dirigió a su cocina y no vio a nadie allí. Caminó por el pasillo al living y se detuvo al lado de una pequeña mesa donde dejaban las llaves y un espejo que ocupaba su mamá siempre antes de irse a trabajar.

Apoyó una mano en la mesa y alargó su cuello para ver mejor. Su mamá se encontraba ordenando. Llevaba un plato de queso en una mano y unos vasos en la otra, puso toda en la mesa de centro, cuando se enderezó miró a su hija y le sonrió.

—Mira, ya despertaste, estaba bueno ya de dormir. Apúrate que el partido va a comenzar —Sofía frunció el ceño, ¿de qué estaba hablando? —. Sofí...

Algo se apretó en el pecho de la chica, el simple hecho de escuchar su nombre en sus labios un dolor en su corazón apareció. Se dio cuenta que realmente extrañaba a su mamá. Su cabello oscuro y corto, sus ojitos claros y esa sonrisa que hacía sentirse cómoda y protegida.

—Ma-má—susurró. Su madre levantó una ceja y caminó a ella.

— ¿Qué pasa bebé? —la abrazó fuertemente y le dio un beso en la frente. —. Me dijiste que venía el Benja, pero mira no estás ni lista. Anda a vestirte. —Sofía apretó más fuertemente a su mamá aspirando el inconfundible olor a lavanda que tanto le gustaba.

—No me importa que sea un sueño mami, yo quiero quedarme aquí contigo—espetó la muchacha al borde de las lagrimas. Su mamá le acarició el cabello.

— ¿De qué estás hablando?, claro que no estás soñando —se alejó de ella y la tomó de la cara dándole una cálida sonrisa. —, estás en casa Sofía.

La muchacha asintió y volvió a abrazarla, no quería despegarse de ella.

Ahora estaba confundida, ¿estaba soñando o no estaba soñando?, no lo sabía, pero en ese mismo momento ya no le importaba, se sentía feliz y protegida por el simple hecho de estar en los brazos de su madre.

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