Capítulo 5

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— ¿Hay alguien? —gritó el bombero entrando a la ya destruida y calurosa casa. El fuego se extendía del piso hasta el techo haciendo emanar de sus pilares un humo negro y sofocador. El bombero y su compañero se adentraron a la humilde casa de madera sabiendo que allí vivía una familia. El que iba delante caminó por un estrecho pasillo tratando de ver a través de esa densa neblina negra. Las tablas de madera rechinaban a cada paso que daba, y los tabiques peligraban en caer encima de su cabeza.

Sintió un pequeño sollozo. Una rara sensación pasó por su cuerpo, una que sentía cada vez que entraba a un incendio de esas proporciones. Arriesgando quedar dentro de la casa, el bombero, corrió por el pasillo siguiendo ese sonido. Se encontró con una puerta incendiada e imposible de abrir normalmente. Con todas sus fuerzas la pateó y ésta cayó haciendo un sonido tétrico. Caminó unos cuantos pasos y se detuvo de lleno al ver a un pequeño niño de cuatro años llorando desconsoladamente, mientras tosía. El bombero sin pensarlo dos veces fue a su socorro. Se extrañó lo sucio que estaba, no por el humo, si no por un líquido rojo que ya estaba seco en su cuerpecito y su ropa. Lo cubrió con su chaqueta y lo cargó.

Al caminar alrededor se dio cuenta con horror la escena. Había más personas allí. Yacían sin vida en el piso totalmente ensangrentadas. El hombre le gritó a su colega y éste corrió donde él estaba. El otro bombero fue donde los cuerpos para verificar el estado. Miró a su compañero y negó con la cabeza.

El niño temblaba en sus brazos y el hombre lamentó la situación, pero si se quedaban allí serían parte de las víctimas. Los tres salieron de la casa y dejaron al pequeño en la ambulancia. Una paramédico lo revisó y su corazón se estremeció. El pequeño lloraba gritando el nombre de su madre, pero ella ya no estaba, él ya no tenía a nadie.

El niño sintió una cálida manta en su cuerpo, a pesar de haber estado dentro de esa casa de fuego, tenía frío.

Las personas iban y venían, los uniformados cargaban con mangueras gritando y los vecinos tratando de ayudar a apagar el fuego.

Él miraba sin entender lo que pasaba, la mezcla de colores y sensaciones lo mareaban y lo único que quería era estar con su mamá. ¿Dónde estaba?, ¿Por qué aun no salía? Sus lágrimas seguían cayendo. La paramédico lo miraba con lástima. Comenzó a limpiarlo mientras el niño lloraba.

De repente salieron algunos bomberos con los cuerpos sin vida de la familia del pequeño. El niño miró esa escena paralizado.

—Mami...—susurró temblando. Su madre estaba en el piso, con los ojos semi abiertos y con una expresión de miedo. El pequeño comenzó a temblar. La mujer trató de taparle la vista pero se detuvo.

Él sintió un escalofrío en su pequeño cuerpo y la oscuridad se apoderó de todo. La paramédico no podía creer lo que veía, los ojos del niño habían cambiado de color a uno que le provocó un miedo único.

***

Lucas se despertó agitado. De nuevo esa horrible pesadilla. Aún no podía distinguir si esos eran sueños o cosas que realmente pasaron, si fuera lo último, eso explicaría muchas cosas de su vida.

Las sabanas estaban todas sudorosas, y su cuerpo no daba más por el calor, necesitaba refrescarse. Cada vez que tenía una de esas pesadillas no podía volver a dormir, por más que lo quisiera o su cuerpo lo necesitara.

Se puso de pie y se dirigió a las duchas para darse una muy fría. Necesitaba tener su mente clara. Esas pesadillas las tenía prácticamente todos los días, y lo exasperaba de cierta forma. Todo se sentía tan real y aterrador que le daban ganas de llorar. Miró la hora y se percató que era temprano. Decidió dar un paseo, algo que lo hiciera pensar en otra cosa.

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