CAPÍTULO XVIII. ATAQUE AL PALACIO IOLANI PARTE I.

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— ¿Irnos? —preguntó Rachel muy sorprendida, cuando ese domingo, Danny se había presentado en la casa de su ex esposa.

— ¿No te gusta la idea? Creí que, quizás ya te habrías aburrido de Hawái.

— Es sólo que hemos vivido aquí tantos años y Charlie tiene a sus amigos en este lugar.

— Grace tenía a sus amigos y familia en Jersey y aún así te la trajiste hasta aquí.

— ¿Por qué ahora, Danny? —intentó replicar— Pudimos irnos aquel día cuando te dije que esperábamos a Charlie y te quedaste por Steve. Las cosas pudieron ser diferentes.

— Él me necesitaba.

— ¡Yo también!

— Tú estabas bien. No pude irme contigo ese día; pero te dije que te alcanzaría en cuanto aquel problema se resolviera. Sólo tenías que esperar unos días. Pero sabes bien que, aunque me hubiera ido contigo ese mismo instante, igualmente hubieras usado mi trabajo como excusa para discutir. Siempre fue así.

— ¿Y puedes culparme? Casi moriste aquel once de septiembre junto a tu compañera y Grace ni siquiera había nacido. Nuestra hija hubiera crecido sin un padre.

— Pero no pasó. Desde el momento que nos conocimos, sabías que era policía y los riesgos que implicaban y aun así aceptaste salir conmigo.

— ¿Y si no estoy dispuesta a irme contigo ahora?

— Puedes quedarte; pero me llevaré a mi hijo. Esta vez, no cederé, Rachel.

— ¿Puedo pensarlo al menos? —preguntó al ver que no ganaría.

— Claro.

Ella vio salir a su ex esposo y a su hijo, extrañada por aquella conversación, Danny no solía tomar decisiones así de importantes por su cuenta y lo que más le había extrañado, era que no hubieran tenido una plática y no es como si ella pensara que podría influir en los pensamientos del rubio, era claro que Danny no era el mismo hombre de antes; pero había un niño de por medio y su decisión le afectaba. Por supuesto, seguía siendo amable, mantenían una conversación civilizada cada que el rubio visitaba la casa, aunque únicamente era para dejar o recoger a Charlie.

No sabe cuántas veces había deseado que su relación funcionara; pero Danny tenía razón, su trabajo como detective siempre sería un problema para ella y no importa cuántas veces el padre de sus hijos le hubiera dicho que no tenía nada de qué preocuparse, que los noticieros exageraban; ella había comprobado muy de cerca, las varias cicatrices que el cuerpo del rubio tenía. Y desde la última vez hace más de dos años, quien sabe cuántas más tendría y eso era prueba contundente de los peligros que el americano corría. Recuerda bien que, hasta culpó a McGarrett por hacer que Danny corriera tanto peligro desde el primer momento que lo convirtió en su compañero.

Pero es posible que no sólo la vida policial haya sido el problema para que hubiera ese distanciamiento que existió desde hace años, particularmente desde que el pequeño Charlie nació. Tal vez también estuviera el hecho de que Danny no le hubiera perdonado que le ocultara su paternidad y aunque aseguró que lo había hecho, ella siempre lo había dudado porque recuerda bien su reclamo en la sala de espera del hospital, mientras Grace estaba en cirugía, y todo ello, había impedido en que no pasaran más tiempo juntos o conviviendo en una misma casa.

Ahora, Rachel está sentada en uno de los sofás de su pequeña sala, sola. Ella no tiene duda alguna que ahora tiene todas las de perder en un tribunal. Pocas veces había visto esa recia determinación en aquellos ojos azules; pero, ¿qué habría en Los Ángeles para ella? Y no es como si en Hawái tuviera algo. Stan llamaba pocas veces para saber de la que fue su hijastra y del que creyó era su hijo durante sus primeros años y con Rachel, mantenían también una breve charla, más él no volvió a la isla.

Corazón FragmentadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora