CAPÍTULO XII. EL PELIGRO DE UNA BACTERIA

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Aún cuando estuviera disfrutando mucho de aquella amena reunión, lamentablemente tenía que retirarse. Y, aunque sabía que su equipo era lo suficientemente capaz de hacerse cargo de la situación como otras veces, no podía quedarse celebrando, cuando sus compañeros estaban en lo que parecía ser una investigación con tintes de bioterrorismo, pues las víctimas tenían señales de haber sido expuestas a algo altamente peligroso.

Todavía atendía su celular recibiendo el informe del jefe de la Policía de Maui, mientras se dirigía a su Camaro de dónde sacó una camisa color claro y con finas rayas, para reemplazar la oscura polera que llevaba puesta. Una vez cambiado, también tomó los otros objetos que necesitaría, y volvió por el mismo camino, atravesando la extensa propiedad, hasta llegar cerca de la playa, donde había estado almorzando junto a unos amigos.

Para sus anfitriones, verlo terminando de colocarse su placa en el cinturón les señaló que el de pelo rubio y ojos azules debía irse y su expresión perfectamente leída por el otro detective que también había sido invitado a la celebración, le puso en alerta y también al resto, aunque entendieron que eran asuntos policíacos en los cuales no podían inmiscuirse. Bueno, sí sólo fuera Gordy, tal vez lo harían; pero tratándose del detective Williams, lo mejor era portarse bien.

— Es una pena que no puedas quedarte, quizás la próxima vez, Magnum finalmente pueda conocerte. No me explico cómo es que él y TC volvieron a meterse en problemas, cuando sólo tenían que ir al supermercado.

— ¿En serio, Higgins? —cuestionó Katsumoto.

— Gracias, Juliet, a todos. Todo estuvo fantástico, Kumu, gracias.

— La próxima trae también a tu pequeño keiki, me encantaría conocerlo. Y cuídate mucho. Dales nuestros saludos a todos.

— Claro, lo haré y de nuevo, gracias —prometió despidiéndose también de los demás y tanto él como el detective de pelo oscuro, se apartaron bajo la mirada preocupada de todos.

— ¿Es algo grave?

— Eso parece. Las víctimas tienen señales de haberse expuesto a algo que ha matado parte de su piel. Hay tres muertos, dos en la isla de Lanai y uno en Maui, más una joven infectada que ya está de camino al hospital también en Maui; pero no saben si sobrevivirá. Me dirijo hacia allá.

— ¿Qué quiere que haga, detective?

— Informe en su distrito, manténgase alerta por si aparecen casos similares aquí, incluyendo en los hospitales; pero tenga cuidado y que el público no se entere —automáticamente dirigieron su mirada a los que quedaron atrás— Mi equipo y Noelani ya están en camino, estaremos en contacto.

— Suerte, detective. Haré que lleven su auto al palacio Iolani y descuide, no dejaré que Magnum siquiera se le acerque —aseguró el de rasgos orientales.

Un helicóptero de la Policía descendió con el respectivo permiso, para entrar en aquella área verde parte de la amplia propiedad, denominada El Nido de Robin. El rubio abordó la nave y los de tierra la observaron como tomaba vuelo rápidamente.

El capitán y los demás, miraban desde hacía varios minutos el movimiento de la examinadora forense y sus ayudantes. Ellos no podían acercarse o tocar ningún objeto, hasta que los expertos les dieran luz verde. Infectarse era algo que la mayoría no quería volver a pasar, mientras que los otros tampoco estaban interesados en experimentarlo por primera vez.

El helicóptero, sobrevoló el área y se alejó hasta donde pudiera aterrizar. Danny bajó agradeciendo y despidiéndose del atractivo piloto.

— ¿De dónde vienes, detective 007?

Corazón FragmentadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora