CAPÍTULO XXIV. ADIÓS DETECTIVE

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Con la mayor parte de sus pendientes ya cumplidos y consciente de que ese era su último fin de semana en la isla, Daniel Williams decidió dar un recorrido por algunos lugares y luego ahogar sus penas en el bar del Hilton, antes de subir a la habitación donde ahora se quedaba. En la casa sólo quedaban cajas con sus cosas empacadas que luego serían enviadas a Los Ángeles.

Sentado en la barra, ya había consumido la primera cerveza demasiado rápido, pues no podía evitar la tristeza que suponía marcharse. Aunque rara vez lo reconociera y más rara vez lo hiciera frente a alguien, ese lugar había sido su hogar. Con todo los buenos y malos momentos. Por supuesto que recordaba perfectamente el día de su llegada y toda la incertidumbre que había sentido; pero que se había propuesto soportar todo por su pequeña, tal como lo hizo.

Tampoco se imaginó tener un hijo hawaiano; pero le gustaba. Charlie, su pequeño, era un niño al que también trató de darle todo como a Grace y claro que le costaría separarse de él por dos meses; pero para cuando el chiquillo y su madre lo alcanzaran, él se aseguraría de tener viviendas cercanas y así siempre estar al pendiente de él.

Por otro lado, sus compañeros le habían expresado su apoyo y cariño, además de hacerle saber que, de no sentirse a gusto en Los Ángeles, siempre sería bienvenido si quería regresar, y siempre habría un puesto para él en la unidad.

— ¿Mal día, detective? —preguntó el chico que atendía la barra, sirviéndole la segunda botella.

— No, sólo me estoy despidiendo.

— ¿Se va de la isla?

— ¿Ya era hora no? —dijo sintiéndose un extranjero cualquiera.

— No puedo creerlo... Es decir... Usted y su equipo han hecho mucho por Hawái.

— Ellos seguirán haciendo un buen trabajo.

— ¿Se va pronto?

— En cuanto termine un último asunto.

— Yo invito la tercera ronda.

— No tienes que hacerlo.

— Por favor, permítame.

— Gracias.

— Espero que cambie de opinión, detective. Mahalo por todo —dijo el chico, alejándose para atender a otros clientes. Danny caminó hasta los baños para refrescarse.

— ¿Han resuelto el caso? —cuestionó una voz a sus espaldas.

— Sabes que sí, Junior te mantiene al tanto.

— No habla conmigo como antes —el rubio frunció el ceño; pero no dijo nada más al respecto.

— ¿Y Eddie?

— A veces nada conmigo y otras se va con Junior. Suele quedarse frente a la puerta esperando, especialmente cuando salgo.

— Eso lo hace porque al llegar, yo le daba unas golosinas. Debes enseñarle nuevos trucos. Buenas noches, Steven —se levantó.

— Déjame invitarte una cerveza, Danny.

— Ya he bebido suficiente.

— Me respondiste al beso —Danny había esperado salir antes de que el otro tocara ese tema.

— ¿Y ahora quieres reclamarme? —contestó a la defensiva— No puedes, fue culpa de ambos.

— ¿Podríamos hablar en otro lado? Quiero...

— ¿Qué, Steven? ¿Qué es lo que quieres? —Danny notó que Steve estaba luchando para no decir o hacer algo indebido; pero las tres cervezas, porque es más fácil culparlas a ellas, le decían al rubio que jugara un poco con el SEAL— ¿Qué quieres Steven? —el espacio entre ellos era mínimo, Daniel estaba ahí, seductoramente desafiante, e intentando descubrir qué era lo que el otro pensaba, después de aquel encuentro en los almacenes. McGarrett en cambio, trataba de buscar una salida limpia; pero aquella parte que se negaba a hacerlo, estaba allí presente, dispuesto a enfrentar esa inusual actitud del de ojos azules que aún así tenía un brillo que podría catalogar como enfado.

Corazón FragmentadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora