CAPÍTULO XXII. NUEVOS SUCESOS

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Más de dos meses habían transcurrido desde aquel horrible día en el que el palacio había sido destruido y ya se llevaba a cabo la tarea de reconstrucción que, por supuesto, llevaría tiempo terminarla.

El sargento Lukela recibió el informe de que se halló un cadáver en un estado lamentable y se lo comunicó al detective Williams, quien de inmediato, acudió a la escena. La policía ya había acordonado la zona y recibió un informe superficial de uno de los uniformados; pero ni sus compañeros, ni la forense habían llegado, así que se adelantó y se adentró siguiendo el extraño rastro, a la zona de depósitos donde la gente solía guardar miles de cosas que no querían tener en su casa. O cuando se quería o necesitaba esconder algo.

Al escuchar el ruido de unas cuidadosas pisadas, Danny caminó rumbo al interior del almacén abierto, con la mano en su arma sin desenfundar, y sacándola al ver a alguien que no portaba uniforme ni de la Policía, ni del laboratorio, encontrándose sorpresivamente con alguien a quien no había visto hace semanas. Todavía apuntándose, ambos rememoraron aquella primera vez que se vieron. Claro que esta vez, no hubo exigencias sobre identificaciones. Steve fue el primero en bajar su arma.

— ¿Qué haces aquí? —cuestionó el de ojos azules.

— Traje varias cosas de mi madre a uno de los almacenes; vi ese rastro y sentí el horrible olor. Yo llamé a emergencias.

— Pero no te resististe a investigar —Danny también guardó su arma y avanzó más hacia adentro, viendo pronto a la víctima. Steve le tomó el pálido brazo sacándolo de allí, alejándolo de la vista de los policías— ¿Qué haces? Prometiste dejarme en paz —protestó encontrándose contra la puerta cerrada de otro depósito, con el alto comandante demasiado cerca y todavía agarrando su brazo.

— Danny... Sí, te lo prometí.

— ¿Y entonces? —no hubo contestación y el rubio se soltó; pero se quedó ahí mirando el extraño semblante del otro. McGarrett no dijo nada por un instante— ¿Steven?

— Sé que te irás pronto y quiero que seas feliz. Aquí, o en Jersey, lo único que quiero es que seas feliz, ¿lo entiendes, Danny?

— Los Ángeles.

— ¿Qué?

— Me iré a Los Ángeles. Una invitación de NCIS —dijo de pronto, aunque en principio no había tenido planes de contárselo. Steve guardó silencio por unos segundos.

— Se están llevando a un gran elemento y estarás cerca de Chin —sonrió, el rubio apenas asintió con un claro sentimiento de decepción, de que el otro no intentara persuadirle de quedarse o al menos pensarlo mejor. Se enojó consigo mismo por esperar aquello.

— Sí, será muy bueno verle.

— Catherine también se fue...

— ¿Y qué es lo que pretendes? —reclamó Danny, aún más molesto— ¿Qué vuelva a ser tu pañuelo? No, Steven, las palabras de consuelo para ti, ya se me acabaron.

— ¡No te pido que lo hagas! Nada resultó bien desde que volvimos y...

— ¡Entonces, vuelve a tomar un maldito avión y vete tras ella y arregla lo que sea que hayas hecho! —refutó, intentando alejarse.

— ¡No quiero hacerlo! ¡No hay nada que arreglar!

— Tani y Junior estaban comentándolo y lo escuché sin querer —confesó rindiéndose— No sé por qué todos creen que escuchar algo sobre ti va a afectarme. Ya no es como si me importara saber todo lo que haces o dejas de hacer —dijo con tono calmado— Sin embargo, hay algo que quiero preguntarte. ¿Alguien te atacó mientras estabas fuera de Hawái? ¿Quizás antes de que regresaras?

Corazón FragmentadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora