Capítulo 37 - THIRTY DAYS

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Hoy desperté con la misma sensación que ayer. Con la misma sensación de hace treinta días. Con angustia. Con tristeza. Sintiendo un vacio en mi difícil de explicar. Despertar y no poder llenar de besos a mi hija para que despertara riendo y no de mal humor como yo, dolía. Dolía mucho. No ver su sonrisa a diario, no ver el brillo en sus ojos marrones. No escuchar "te quiero mami". Dolía. No prepararle el desayuno, vestirla, llevarla al colegio, a sus clases de piano. Nada de eso estaba. Y el vacio se hacía más grande.

Hoy, como cada mañana desde hace treinta días, fui al hospital a verla. El día después de la operación a la que fue sometida a causa del accidente, sufrió un ataque y entró en coma. Hoy hacia treinta días que mi niña se encontraba en esa cama de hospital rodeada de maquinas. Inconsciente. Yo la iba a ver cada mañana, durante el resto del día se quedaban Anaju y Flavio. Anaju llegaba al mediodía para que yo fuera al estudio, luego la relevaba Flavio que se quedaba hasta la noche. Durante la madrugada la cuidaba una enfermera que había sido asignada para esa área de niños por lo que no era necesario ir a pasar la noche allí.

Con Flavio no nos cruzábamos. Él lo prefirió así. Desde que se enteró que le oculté la verdad no me volvió a dirigir la palabra. Lo último que me dijo fue que me olvidara de todo lo que me dijo esa última noche que pasamos juntos, que lo único que nos mantendría unidos sería nuestra hija. Nada más. Yo asentí porque no me quedaba otra opción, lo merecía.

Debbie seguía sin despertar. Cada día en esos treinta días le canté. Una canción diferente por cada día. Todas canciones que a ella le gustaba escuchar. Ya estaba por llegar Anaju a relevarme y aun no le había cantado porque quería decirle algo diferente y aun le estaba dando vueltas a las palabras, hasta que me decidí

"Cariño mío tengo que pedirte disculpas. No fui capaz de contarte que Flavio es tu papá y me arrepiento. Por mi culpa no pudiste disfrutar de pasar tiempo con él como padre e hija. Fui egoísta y lo siento. Pero temía perderte, sé que es una tontería pero ese miedo me frenaba más de lo que quería. Yo sé que eres fuerte y despertarás para pasar tiempo con él, si te molestas conmigo, hazlo, lo merezco pero por favor despierta. Te necesitamos. Te necesito. Estoy muerta en vida sin ti, necesito tu luz para levantar cada día."

Cada palabra fue acompañada por lágrimas, lagrimas de arrepentimiento, de dolor, de ausencia, de tristeza. Y luego le canté, pero esta vez decidí cantarle una canción que escuchaba de pequeña y que hoy, su letra, dolía más que nunca

Sabes que los niños son ángeles sin alas

Que nos manda el cielo para ser más buenos

Son los que nos marcan donde está el camino

Donde esta lo bello de nuestro destino

Cuando ríe un niño, el sol aparece

Y todo se aclara, el mundo florece

Se enciende la vida, se encuentra el camino

Y nos damos cuenta que seguimos vivos.

Pequeño chiquito, no te vayas nunca

Quédate conmigo que te necesito.

Y me derrumbe. En todo este tiempo no había llorado porque quería ser fuerte frente a ella. Pero hoy no pude. El miedo me invadía. Temía que no fuera a despertar, temía perderla. ¿Qué haría yo sin ella? ¿Qué haría yo sin la personita que me enseñó a vivir?

Tomé su mando y cuando estaba por cantarle de nuevo la canción, entró Flavio, tomó su otra mano y la miró. Yo lo miré pero no le dije nada. Simplemente volví a cantarle y esta vez, él me acompañó

¿El sueño o la realidad? (Flamantha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora