Capitulo 23 - RESILIENCE

454 30 19
                                    

Narra Flavio

La vida está llena de sorpresas, a veces buenas, a veces malas. Nuca sabes con cual te vas a encontrar primero, sabes que de ambas aprendes pero son las malas las que te ayudan a fortalecerte. A veces la vida es demasiado injusta y ante una cosa buena que te sucede, debes soportar el cumulo de cosas malas que vendrán luego. De ahí, ya depende de cada uno si les damos el lujo a nuestros enemigos de vernos derrotados o si elegimos aferrarnos a algo y hacerle frente a todo. Sufrir es inevitable. ¿Quién no ha sufrido en su vida? Nadie. Lo que si podemos evitar es dejarnos caer, hay que salir con la frente en alto. Siempre. A veces debemos ser fuertes por los demás, por los que queremos y aunque a veces eso ayuda, es más difícil. Porque no lo hacemos por nosotros. A veces simplemente está bien llorar. Alejarse. Desahogarse. Ser egoístas. No pensar en los demás. Hacer lo que a uno se le cruce por la mente en ese mismo instante. Los actos realizados por impulso a veces son los que mejores resultados tienen, a corto plazo por supuesto, porque después vienen las consecuencias. Después llega el arrepentimiento. Pero ¿Qué es peor? ¿Arrepentirse por algo que hicimos o arrepentirse por algo que, por cobardes, no llegamos a hacer? Cuando uno es de pensar demasiado las cosas antes de actuar, analizas todo y no te arriesgas porque sabes, o crees saber, que algo no saldrá bien. Pero llega un día que te dices a ti mismo que dejes llevar y lo haces. Y sale bien, en un principio crees que fue la mejor decisión que pudiste haber tomado en mucho tiempo pero después los resultados no son los que buscaste, los resultados te terminan hiriendo como nunca nada lo había hecho. O quizás sí. Pero de otra manera. Y te arrepientes de haberte dejado llevar. Te arrepientes de ese momento de impulsividad que te hizo modificar tus esquemas por un momento y por los que ahora estas sufriendo. Y ese sufrimiento no es momentáneo. No. es largo e incluso en el peor momento nos puede parecer que será eterno. Nos dejamos estar, dejamos que nos consuma hasta que caemos en cuenta que no vale la pena seguir sufriendo por algo que ya ocurrió y no podemos modificar. No vale la pena dejar que el pasado siga alterando nuestro presente y nuestro futuro. Y en ese momento, cuando esa pequeña luz nos ilumina, cuando decidimos salir adelante y ahí es cuando nos fortalecemos. Aprendemos. Nos hacemos resilientes. Porque la resiliencia es eso, es la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para superarse y salir fortalecidos de ellas. Y comprendemos que nosotros mismos somos los arquitectos de nuestra propia alegría y nuestro propio destino.

Debo admitir que a mí me costó mucho asumir que todos podían pasar por tantas adversidades. En un momento llegué a pensar que la vida estaba empecinada en ponerme piedras en mi camino. Pero no. Todos pasamos por momentos así. Y eso es lo que me llevó hoy a ser el hombre que soy.

Ya pasaron 6 años desde que sucedió lo de Samantha, desde que decidí actuar por impulso, me arriesgué por ella porque parecía diferente. Parecía de esas personas a las que les puedes entregar tu corazón en bandeja y te lo va a cuidar mejor aun que al suyo propio. De esas personas a la que le puedes confiar hasta tus más profundos temores porque te aconsejará y nunca escucharas un mínimo juicio de su parte. Me enceguecí cuando la conocí y la verdad es que no me arrepiento de haberme enamorado de ella porque ahí descubrí lo que era amar a alguien de verdad. De lo que si me arrepiento es de haber llegado tan lejos. De no haberme dado cuenta de que me ocultaba algo.

Ese día que pasó todo, yo simplemente escuché y me metí en mi mundo. De nuevo. Volví a sentirme como cuando se fue mi papá, cuando se fue mi hermana, cuando me mudé a Madrid. Ese mundo del que ella me había ayudado a salir con su entusiasmo y positivismo. En ese momento no quería saber nada más de ella, no la quería ni mirar. Cuando ella nos citó a su casa yo no quería saber nada de eso. Nos iba a contar su verdad. Pero ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué esperar a que nos enteráramos por alguien más para decirlo? ¿Por qué no lo dijo antes? Eran cientos de preguntas las que me daban vueltas y no fui. Decidí caminar y pensar. No estaba seguro de que quisiera escucharla. Pero decidí darle una oportunidad, decidí ir a escuchar sus razones aunque ya era tarde. Como habían pasado horas desde que nos había citado decidí regresar a mi casa. Mi móvil no tenia carga así que no la pude llamar. Llegaría a casa y desde allí le escribiría un mensaje. No quería llegar sin previo aviso.

¿El sueño o la realidad? (Flamantha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora