Ella viene de noche

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   Mi experiencia con lo fuera de este mundo fue hace varios años atrás cuando me habían contratado para ser la cocinera de los peones en una hacienda de cacao en en llano venezolano. Allá nacen muchas historias donde él famoso silbón o la conocida Sayona son sólo unas de las muchas almas en pena que vagan sin rumbo queriendo descansar de su maldición sin poder lograrlo.

   Hay muchas razones por las que una persona no quiere o no puede dejar este mundo; como tesoros enterrados o cosas pendientes por hacer que en vida no alcanzaron, y otras razones que van más al asunto de las emociones como el odio, el amor o el dolor, que pueden incluso ser motivos más fuertes para olvidar que ya no están en este plano y que deben continuar.

   Tal como lo descubrí un día, verán; en mi trabajo es de costumbre madrugar mucho para hacer comida a más de ciento cincuenta trabajadores; la faena laboral inicia casi siempre a las tres y media o cuatro de la mañana; me habían dado la oportunidad de quedarme en la hacienda porque vivía bastante lejos del lugar, así que fui la primera en entrar en la cocina aún a oscuras mientras alumbraba con una linterna para ir prendiendo los fogones y sólo esperar que llegaran el resto de cocineras a quienes no conocía y así iniciar los labores todas al mismo tiempo.

   No encontraba las antorchas para iluminar la cocina, bueno; no sabía dónde estaban porque no conocía muy bien el lugar, así que solo me daba la luz del fogón mientras estaba sentada en un banco de madera intentando no quedarme dormida.
   No pasó mucho tiempo y empecé a escuchar una mujer que se acercaba hasta el lugar mientras lloraba, me causó curiosidad pero aún no me atrevía a salir, aunque la puerta de la cocina estaba abierta, sólo me quedé sentada en el mismo lugar sin hacer nada, solo prestaba atención mientras esperaba que llegara alguien a ayudarla o algo así pensaba. Pero el llanto de la mujer seguía, y se escuchaba que iba de un lugar a otro en la zona que daba en las afueras de la cocina.

   Al ver que nadie se acercaba a socorrerla, salí alumbrando con la linterna para descubrir que era lo que sucedía, pudo haberle pasado cualquier cosa mala y yo no pensaba seguir ahí no más haciendo que no pasaba nada. En efecto al buscar con la linterna en dirección de donde provenía llanto, estaba una mujer cubriendo su cara con ambas manos y a lo que se sintió observada me dió la espalda.

— ¿Estás bien?, ¿qué te pasó? —Pregunté a poca distancia de ella sin tener respuesta mientras la mujer seguía ahogada en llanto.

   Le iba a tocar por el hombro para darle algún tipo de consuelo, pero se alejó unos pasos más; no se quiso dejar tocar, era normal, quizás le habían hecho algo y estaba resentida así que solo la invité a la cocina para que se sentara.

—Vamos, adentro estarás mejor. —Le dije mientras le iluminaba la espalda, sabrán que es mala educación alumbrar la cara de una persona así que siendo honesta nunca le vi el rostro.

   La mujer dejó de llorar mientras de poco en poco yo caminaba hacia la cocina con la intención de hacer café. En tanto preparaba el agua, la mujer se paró en la puerta de la cocina aún tapándose el rostro mientras sollozaba.

— ¿Que fue lo que te pasó? —Insistí mientras evitaba verla para que se sintiera más cómoda.

—Me hicieron daño. —Contestó a voz baja.

— ¿Adonde?, ¿abusaron de ti o algo así? —Pregunté sorprendida.

—Sí, y perdí a mi bebé. —Responde para luego empezar a llorar otra vez.

   Por alguna razón me dieron escalofríos en el cuerpo en repetidas ocasiones, allí me entró una sensación de temor sin motivo alguno.

— ¿Tu no tienes un bebé? —Me pregunta mientras aún lloraba.

Intra Infernum-Historias Reales De TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora