El pez dorado (editado)

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    Seré breve mi amigo porque no me gusta hablar mucho de ese día, lo haré para que sepan la realidad de los elementales. A lo mejor no entiendan a que me refiero y verán, no es algo lo cual se muestre muy a menudo; solo en hechos muy remotos bajo ciertas circunstancias.

    Fui de pesca a una laguna situada entre las montañas, no diré cual ni dónde, solo sepan que había escuchado que según estaba encantada desde ya hacía bastantes años, las leyendas sobre el sitio eran varias pero nunca me tomé la molestia de escucharlas con veracidad, siempre me parecieron ficticias, muy poco creíbles igual que todo lo que no se pueda demostrar con pruebas. En los ríos cercanos habían pocos peces, quizá la época de verano tenía que ver con eso, no sé, lo que sí sabía es que en esa laguna siempre había abundancia peces y de los grandes o eso había escuchado en algún lado. Le comenté a mi esposa que iría hasta aquel lugar y desde el principio no estuvo de acuerdo, pero yo de necio no le presté atención y fui de todos modos.

    Llevé todo lo necesario esperando regresar con un buen botín. De ida no hubo ningún contratiempo, ni siquiera cuando llegué al lugar, absolutamente confiado preparé la caña de pesca y lancé el anzuelo esperando que picara algún pez gordo.

    Pasó media hora y aún nada, cambié de carnada, de tipo de caña y no lograba siquiera ver qué algún pez se asomara. Era mucha la frustración de mi parte, ya me estaba dando hambre, estaba aburrido y ya se me habían acabado las ideas.

    El sueño me estaba venciendo mientras tenía la caña en la mano cuando al fin sentí que algo picó el anzuelo; y por la fuerza como jalaba el sedal era un pez grande. Incluso sentía que me arrastraba, me tocó arreglármelas para no caer en el agua. Tuve un forcejeo contra el animal, incluso llegué a pensar que el sedal o la caña se rompería, apliqué fuerza como no había hecho antes para al final sacar un simple pez y cuando ya estaba listo para sacarlo del agua me voy de espaldas contra el suelo.

    Sí lo había logrado, con alegría me levanté para agarrar el animal con mis manos pero solo pesaba lo que uno mediano, medio o un kilo por mucho. Era de un color amarillo intenso, con sus aletas en un color dorado. Había cambiado de peso al salir del agua o de alguna forma ese animal no era el que había capturado. No le vi lógica alguna, nadie le fuera encontrado sentido a eso.

    Maldije varias veces mi suerte, a la laguna y al tiempo perdido que estuve ahí sin capturar nada más que un simple pescado. A parte de eso, el cielo se había puesto gris y las gotas de lluvia empezaron a caer. No había donde resguardarse así que si quería seguir intentando pescar debía permanecer allí bajo la lluvia que cada vez era más intensa. Metí al pescado en la bolsa mientras aún se agitaba con fuerza, me parecía raro que aún siguiera moviéndose pero eso era lo menos relevante durante mi estado de estrés.

    Duré sentado un rato más con la caña de pescar renuente a querer irme, estaba decidido a no regresar con un solo pescado ese día. Busqué un plástico pequeño en el bolso para cubrirme después de recordar que lo había traído, y al volver mi mirada hacia la laguna una mujer desnuda salía del agua, solo asomó su cuerpo hasta poco más abajo de su ombligo y se quedó allí quieta a varios metros de distancia. Era muy bonita de rostro y sus pechos eran muy voluminosos.

    Pensé que estaba viendo borroso por algún motivo que no razoné, pero no, la mujer seguía ahí sin hacer nada.

    Yo no dije nada y ella tampoco, sin embargo seguía allí, era como competir por ver quién decía algo primero.

    Me rendí al poco tiempo por la curiosidad, me levanté le dije:

   — ¿Hey, estás bien?, ¿necesitas ayuda?

    Ella solo alzó su mano izquierda y señaló donde tenía la bolsa con el pescado.

    —No te entiendo, que quieres ¿segura que estás bien?

    Afirmó con la cabeza mientras seguía señalando la bolsa.

    — Hey, deberías salir del agua, si quieres te presto algo para que te tapes. —Le dije.

    Negó con la cabeza y siguió señalando la bolsa.

    —No tengo nada más que un simple pecado allí, no voy a entender que quieres si no me hablas.

    Ella me dirigió la mirada y me señaló haciendo gestos con el dedo índice para que fuera. Fue entonces que escuché una melodía muy suave, nunca había escuchado algo tan sublime, aún recuerdo cómo era, yo estaba consciente de lo que sucedía; de hecho puedo decir que entré al agua sin querer hacerlo siguiendo aquel sonido tan delicado y sutil, caminaba como si estuviera hipnotizado, me dejé llevar con total facilidad.

    Entre más me acercaba la mujer más se alejaba, llegué a un punto donde el agua me llegaba al cuello y ya mis pies no tocaban el suelo fangoso. Ahí, se detuvo aquel dulce sonido y su cabeza que era lo único que se le veía en el momento se sumergió haciéndome entrar de nuevo en razón haciéndome preguntar el motivo y necesidad de estar ahí. Mi corazón estaba agitado, no sabía porque me había adentrado tanto en el agua sin causa aparente pero eso no fue lo más impresionante.

    Cuando intenté salir del agua, sentí que algo me agarró por las piernas y me intentó arrastrar hacia el fondo. Moví mis piernas con prisa intentando que lo que fuera que me agarrara me soltara. Funcionó la primera vez que fue cuando salí a tomar una bocanada de aire, cuando quise empezar a nadar me sujetaron de los pies nuevamente y arrastraron un poco más al fondo. El agua era turbia y no podía ver con exactitud que era lo que me jalaba, sentía como si fueran manos bastante pegajosas, manos de personas que me sujetaban mientras veía como me alejaba de la superficie.

    En esos movimientos desesperados porque no me ahogaran estiré mi mano colocándola sobre algo que tenía como cabello, una cabeza diría yo y enseguida sentí que me mordieron, el dolor era similar a que me fueran desgarrado un poco de carne.

    Luché con todas mis fuerzas, con miedo a morir y la adrenalina a millón, me pude soltar de nuevo pero no tengo ni idea de cómo logré hacerlo, de verdad, el instinto de supervivencia es...

   Ah, esa vez logré llegar a la superficie de nuevo y con mis últimas fuerzas llegué hasta la orilla nadando cuan rápido podía, y eso que soy malo haciéndolo.

    Había tragado agua, me sentía sofocado y mi mano tenía una herida como si lo hubiese hecho algo con sientes muy pequeños pero filosos. Al volver a mirar a la laguna, la misma figura femenina estaba allí mirándome mientras me señalaba la bolsa donde estaba el pescado.

    Con prisa agarré la bolsa y la lancé a la laguna. No se si sería importante acotar que el pez aún se estaba agitando, después de tanto aún estaba vivo. Después de haber hecho eso, iba dejando de llover y el cielo se iba aclarando tal como si yo fuera llamado esa tempestad. Sin caña y sin nada así mismo me fui del lugar, corrí hasta llegar a casa. Había sobrevivido a lo que sea que me fuese pasado, mi esposa no estaba así que aproveché de ir a la pescadería y pedir un solo pez para presumirle que sí había logrado pescar algo, aunque supiese que ella tenía razón cuando me dijo que no debería ir a ese lugar, los hombres somos tercos, no siempre tenemos la razón; no siempre.

Intra Infernum-Historias Reales De TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora