La casa del ahorcado-Parte 1

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Mudarme fue una muy mala idea; no supe en que me estaba metiendo al comprar una casa de dos pisos en una zona exclusiva de la ciudad.
Era una propiedad grande, el jardín era muy espacioso, habían algunos árboles que daban un ambiente muy fresco al sitio, senderos marcados por piedras decorativas, plantas muy coloridas, y en general todo parecía de ensueño. Siempre había querido vivir en un sitio así, por eso gasté todo lo que tenía ahorrado en comprarla. Era un nuevo inicio en mi vida, pero, nada salió como quería, nada era como tenía planeado.

Mi esposa trabajaba de enfermera en una clínica privada, pocas veces paraba en casa, mis hijos Luccas y Tomás eran cuidados por una mujer quien estaba a cargo de ellos casi las veinticuatro horas del día y por ello vivía con nosotros. Mi trabajo como columnista en una revista semanal me consumía mucho tiempo y no podía atenderlos como muchas veces quería.

Pero lejos de eso, el acontecimiento que cambió el rumbo de lo que parecía marchar a un ritmo normal, no fue algo que tuviera explicación alguna. La noche que dió inicio a lo que les quiero contar, fue al poco tiempo de haber llegado a la casa, menos de una semana para precisar.

En esa ocasión llovía con fuerza; mi escritorio estaba al lado de un ventanal de vidrio que permitía ver el jardín frontal de la casa, aunque el viento soplaba con fuerza en el exterior, la lámpara en mi habitación producía un ambiente cálido allí dentro. Cada tanto miraba afuera y lograba divisar las gotas de lluvia que resbalaban sobre el cristal, detuve lo que hacía y decidí admirar la obra de la naturaleza, mirar con aprecio los detalles significantes que nos hacen sentir vivos.

Había apoyado con ambas manos mi cabeza sobre el escritorio frente al computador, dejaba el tiempo escurrir, me sentía agotado físicamente, los lentes que tenía en ese momento hacía que mi vista se sintiera fatigada y por ello me los quité. Me levanté para intentar relajarme y continuar con el mucho trabajo que tenía atrasado, me paré frente a la ventana y pasé una mano por mis ojos mientras boztesaba. Fue al terminar de hacer eso que al abrir los ojos miré hacia las ramas de el árbol más grande y vi algo que colgaba de una cuerda. Fijé mi vista con la intención de esclarecer que era aquello abultado, pero no había suficiente luz, fue hasta que un relámpago se asomó por el cielo e iluminó el jardín haciendo que viera a un hombre colgando del cuello.

Me despabilé y me puse los lentes con prisa para certificar que no estuviera viendo mal, y al hacerlo, al parecer si solo fue una ilusión, no había nadie allí.

- ¿Señor? -Llama la niñera mientras abre la puerta del estudio.

-Ay por dios Martina, me diste un susto. -Dije luego de exaltarme por su llegada.

-Lo siento señor, vine a dejarle café, los niños ya se acostaron y pues yo también casi voy a dormir, también quería saber si necesitaba algo más. -Dijo disculpándose.

-Sí, necesito que me deje de llamar señor, se siente raro, solo di mi nombre, Adrián.

-Está bien señor..., Adrián. -Contesta dejando la taza sobre el escritorio. -Si necesita algo estaré en mi habitación. -Dice con una amable sonrisa.

-Descuida, ve a descansar, este clima es perfecto para dormir, feliz noche, nos vemos mañana. -Respondí volviendo mi mirada hacia la ventana.

-Igual, que descanse. -Luego de decir eso cerró la puerta tras de sí para luego quedar nuevamente solo.

Miré de nuevo en dirección hacia el árbol esperando volver a ver el reflejo de aquello que había visto anteriormente, cosa que me dejó lleno de curiosidad, pero no hubo nada diferente, el viento seguía soplando con fuerza mientras las gotas espesas chocaban el suelo con violencia.

Intra Infernum-Historias Reales De TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora