Los minutos pasan y no quiero parar de hacerme la dormida, estoy tan cómoda que no quiero ir a trabajar, quiero quedarme en cama con Dariel todo el día. Estoy consciente que hace dos minutos debí de haberme levantado pero los brazos de Dariel abrazando mi cintura con fuerza me impiden levantar y también sumándole que no hago el más mínimo esfuerzo por quitarlo. Su respiración tranquila está en mi nuca haciendo que de vez cuando mi piel se erice.
Puedo sentir la luz del amanecer, aún es temprano pero el sol ya comienza a hacer su trabajo e iluminar toda mi habitación. Abro mis ojos y como puedo, con mucha fuerza y paciencia me pongo cara a cara con Dariel.
—¿Soy o me parezco?—su pregunta me sobresalta.
Pensé que estaba dormido.
—Eres—le doy un beso en su mejilla.
Sonríe mirándome a los ojos, pasa su mano por mi cabello y lo aleja de mi cara. Acerca sus labios a los míos y los une en un beso.
—Estamos manchados de pintura, hasta la cama lo está—dice mirando nuestros cuerpos.
Mi vista se dirige a su pecho, mis brazos, los suyos y hasta nuestros rostros. Me rio discretamente.
Su cabello rojo se hace más claro con el sol, tiene un color a verano, sus ojos al sol también se ven mucho más claros.
—Pondré a lavar la colcha—intento levantarme.
Dariel saca un sonido ronco de su garganta haciéndome reír.
—No te vayas, me gusta amanecer contigo—ruega como un niño.
—A mi también, pero tengo trabajo y tú también lo tienes, así que levántate—recuerdo.
Me separo de sus cómodos y seguros brazos y cuando estoy apunto de levantarme, Dariel me jala del brazo y me besa con urgencia, me acerca aún más con su mano en mi nunca e intensifica el beso.
Hasta que terminó rompiéndolo porque ya no puedo permitirme perder más minutos.
Busco la ropa que me pondré y en un abrir y cerrar de ojos escucho como Dariel cierra la puerta del baño.
Bufo molesta.
—¡Te dije que se me hace tarde! ¡Sal del baño!—chillo.
—Si quieres bañarte tendrás que hacerlo conmigo—lo escucho gritar.
—Pero..—me interrumpe.
—¡No lo discuto!—grita.
—¿Como están criaturas?—saludo a mis alumnos.
Rogelio pasa por delante mío ayudando con mis libros, laptop, colores y todos mis colores. Yo cargo en mi manos una de la cajas con sus regalos que no pesa nada, cada caja solo tiene un par de calcetas, chocolates y aparte de mucho papel llevan otro tipo de dulces.
—Ahora que llego usted, estamos mejor—habla Noel.
Le dedico una sonrisa burlona.
—Mal, no puede ser que tengamos escuela cuando esta noche es Noche Buena y mañana Navidad—se queja Anne.
—Solo será este año, la directora no supo cómo manejar la nueva forma con la de antes y el trabajo se junto. Pero miren el lado bueno, tendrán una semana más de vacaciones—los animo.
—Esperemos y también esperemos que nos den buenos regalos, quiero mi tercer auto para mi colección—dice Izan.
Ruedo los ojos, estos jóvenes si que tienen dinero. Cuando tenia su edad, mi padre tenía un bocho amarillo que hacía un ruido horrible, pero lo amábamos.