—¿A quien se le ocurre manejar sin llanta de refacción?—le reclamo.
Teo rueda los ojos y ladea su cabeza.
—Solo a Teo—dice molesto y me rio.
Después de salir de el instituto, Teo me llamo diciendo que se había quedando en una calle que estaba cerca de donde trabajo, al parecer piso una lámina y ponchó una llanta trasera de su auto.
—¿Pero sabes que es lo que más me enoja? Que ni un estúpido gato cargo en el auto—bufa.
—¿Y por qué?
—Hace unas semanas abrieron la cajuela de mi auto y robaron todo, necesito ir a comprar herramientas urgentemente—explica.
—Puedo prestarte algunas cosas—ofrezco.
Niega rápidamente.
—Hoy le dire a mi primo que me lleve—dice.
Asiento y lo miro de reojo, se ve muy chulo, es muy rara la vez que peina su cabello para atrás con gel fijador, supongo que es por su trabajo.
—¿El restaurante está marchando bien?—pregunto.
Me mira con una sonrisa.
—De maravilla, trabajo duro pero lo vale—responde entusiasmado.
—Estoy feliz por ti—le devuelvo la sonrisa.
—La verdad el crédito se lo merece Arthur, se rompe la cabeza para que todo salga bien—alaba a su primo.
—No te dejes afuera, eres importante, tú sazón no lo encuentro ni el restaurante más lujoso de Inglaterra—digo sonriente.
—Lo dices porque a ti hasta un huevo se te quema—me ofende.
Niego con la cabeza mirándolo mal.
—¿Y tú? ¿como llevas tu duelo?
Mi duelo, no se como estoy, aveces para sentirme mejor le llamo a Kendra pero terminó sintiéndome peor, me recuerda a Caín a cada momento, nos las pasamos hablando largos minutos de esas reuniones familiares en las que Caín me invito junto con los chicos, como Caín se enojaba porque dormían en su cuarto o porque Kendra le puso mucho tómate a la comida, o como olvidar aquella vez en que bailo la macarena borracho y su padre le aplaudía animado mientras Kendra lo miraba mal, ella aún sufre y debo decir que yo también pero en silencio.
—Algunas noches no puedo dormir hasta tarde pensado ¿donde está ahora? ¿Por qué nos dejo? Pero se que un día tendré todas esas respuestas—suspiro.
Puedo sentir como Teo me mira con comprensión y pone su mano en mi nuca dándome un pequeño masaje.
—No te preocupes por él princesa, está viviendo una nueva vida—dice tranquilo.
Asiento y sigo mi camino directo a su casa.
Estacionó el carro en el estrecho espacio de estacionamiento, odio que los hagan tan pequeños, tengo que darle mil veces de reversa a mi auto.
Salgo del coche tomando con fuerza mi suéter de tejido color crema, me puse un jean de mezclilla clara y mis botines color marrón, a la hora de vestirme para ir a mi trabajo o para el diario, me gusta estar cómoda pero presentable.
Diciembre se hizo presente con su frialdad, puedo ver el humo que sale de mi boca que tanto me gustaba cuando era niña.
Abro la puerta de el restaurante y rápidamente una ola de olores entran a mis fosas nasales, entre pizza, papas, malteadas y palomitas.