Han pasado ya 2 semanas, no se nada de mis amigos y cada segundo que estoy aquí dentro sin saber nada de ellos me aterroriza, Dariel puede lastimarlos en cualquier segundo.
Me he cansado de gritarle e incluso golpearle a Dariel para que se vaya y me deje tranquila, pero siempre que me altero me ata a una silla, me obligaba a comer, hasta ayer lo hice por mi misma y no me alimento bien, como poco y lo puedo sentir porque no tengo la misma fuerza ya.
Intento no hablar con Dariel, cuando él está en la sala, me encierro en la recámara o aveces simplemente me escondo en el baño pero no tarda mucho en sacarme de ahí. Me ha robado la llave y tiene todo cerrado.
Dariel ha hecho de la casita que tanto amaba y guardaba con cariño un infierno.
No me deja ver televisión, ni tomar mi teléfono.
Siento que estoy muerta en vida.
Y se que mis amigos no están de brazos cruzados, están buscándome y como quisiera salir y estar con ellos, los necesito mucho.
Dariel pone un plato lleno de verduras con pollo en la mesa y un vaso de jugo. Después de unos segundos él también se sienta en la mesa.
Tomó el tenedor y juego con la comida.
—¿Hasta cuando estaremos así?—lo escucho decir.
No quiero contestar, solo quiero dormir y dormir para evadir mi realidad, me llevo el primer bocado a mi boca y mastico lentamente.
—No puedes seguir así, estás matándote.
Él ya lo hizo.
Sigo jugando con la comida, siento su mirada sobre mi pero ya no me importa, siento mis ojos tan pesados que podría dormir ahora.
Por más que intento dormir por las noches no puedo, tengo pesadillas diario, veo todos esos cuerpos de aquella carretera y esa sangre que me atormentan mis noches, con suerte duermo una hora, no descanso ni siquiera en mis sueños.
—Quiero ver a mis amigos—hablo firme.
Él suelta el tenedor bruscamente y puedo jurar que le ha molestado.
—No los verás, no me delatarás, no iré a la cárcel y jamás te dejare sola, entiende eso de una vez—contesta enojado.
Era de esperarse que dijera eso.
—No puedes esconderte aquí toda la vida, tendrás que salir Dariel—me atrevo a decir.
—¿Quien dijo que no puedo estar aquí toda la vida? Si es por ti, lo hago, no hay problema.
No sabe como querer y cuando cree que lo está haciendo solo me está lastimado y lo peor de todo es que lo sabe y lo sigue haciendo.
Me imagino miles de escenarios ahora mismo donde estoy llorando de coraje, golpeándolo, lanzándole cosas y desquitando todo mi coraje con él, pero ya e aprendió que por más que grite y luche, él me callará.
Hace una semana intenta escaparme pero la maldita puerta no abría y Dariel me descubrió, tuve que dormir amarrada esa noche.
Dejo el plato lleno de comida y a paso fuerte me encierro en la recámara con seguro.
Me siento en aquella silla donde Caín estaba en mis alucinaciones, sueños o no se que haya sido, puede que esté loca y se producto de mi mala alimentación, de este encierro o que simplemente mi mente me esté jugando una mala jugada.
Pero fue tan real y especial, se que estuvo conmigo y se que me está cuidando, por algo sigo viva aquí.
Las horas pasan y yo sigo sentada, no escucho nada de ruido allá fuera, supongo que Dariel está descansando, él también está cansado y cuando intento sentir la más mínima compasión recuerdo todo lo que me ha hecho, él estar aquí sufriendo cuando él mismo lo puede detener, pero prefiere seguir haciendo daño a lo que supuestamente más ama.