Después de la noche en el la discoteca, me odie, me odie una y mil veces más, no pensé que al día siguiente iba a trabajar, la resaca era horrible y me dolía todo el cuerpo, hasta mis alumnos me preguntaron si tenía resaca. Creo que parecía un zombie andante pero en cambio Teo, lucia fresco, como si hubiera dormidos 10 horas, esta era la última semana que estaba trabajando, el día de la fiesta fue el miércoles y hoy es viernes, por lo que antes de salir de trabajar, fui hasta donde Teo y le di un gran abrazo, también le compré algunas revistas de cocina como regalo.
Ahorita mismo estoy en la nueva casa de Charlie, es una casa un poquito más grande que mi primera casa, aún tiene muchas cosas desordenadas pero ella dicho que poco a poco.
Charlie mira su teléfono con el ceño fruncido, le he traído una caja con chucherias, como papitas, chocolates, refrescos y otras cosas, ella ama la comida chatarra con su vida, traje esto para felicitarla por su nueva casa.
—¿Quieres comer algo? Te puedo dar de tu caja—me dice dejando su celular en una mesita.
Charlie tiene su cabello tejido en dos trenzas, y trae un short corto gris y una blusa corta blanca sucia, supongo que antes de que llegara estaba haciendo limpieza.
—Para nada, es para ti—respondo.
Ella se encoge de hombros y me mira aburrida.
—Roberto dice que debo de dejar de comer tanto y tiene razón—suelta.
¿Que ese idiota dijo que? Jamás he odiado una persona, no es lo mismo pero Roberto no me la pone fácil.
Mi amiga está bien, no tiene grasa de más, está perfecta.
—Pero si estás bien, no hace falta que dejes de comer—digo.
Y nuevamente ella se encoge de hombros.
Pasamos otras 2 horas hablando de el trabajo y también intentamos hacer un pastel de fresa pero ni ella ni yo éramos buenas en la cocina, hicimos un desastre que tardamos más limpiar que en hacerlo.
Me gusta esta Charlie, la Charlie que es alegre, gritona, aventada y que se enoja por todo, durante la preparación del pastel nos hicimos fotos llenas de crema de batir y hasta jugamos a unos de esos programas donde Chef califican tu platillo.
—Mañana mi madre cumple años—dice sentándose en el sofá.
Me dejo caer en el mismo sofá de ella, tenía razón lo había olvidado, los últimos 4 cumpleaños de su madre estuve en su fiesta, a decir verdad nos llevamos muy bien su madre y yo.
—Mañana compraré su regalo—informó.
—Boba, tú puedes ir sin regalo—dice tirándome un cojín. —Pero este año no organizaremos fiesta, tal vez iremos de compras o así—dice y me mira.
Asiento y por mi mente pasa algo.
Se supone que una amiga no oculta nada, se supone que nos tenemos confianza y nos contaríamos todo. No puedo simplemente olvidar lo qué pasó con Roberto, mi amiga no se merece una mentira y menos una infidelidad, ella merece alguien que solo tenga ojos para ella.
Miro como mis manos están empezando a sudar y se que se lo tengo que decir ahora, suelto un ligero suspiro y la miro.
—¿Perdonarías una infidelidad?—pregunto tranquila.
—No lo creo ¿por qué la pregunta?—me mira cautelosa.
Me encojo de hombros.
—¿Ni a Roberto?—vuelvo a preguntar.
Ella abre su boca y frunce su ceño, se levanta del sillón para sentarse y cuando lo hace me mira fijamente a los ojos.
Creo que no lo hice de la mejor manera.