Estoy convencida con lo que llevo, se que es un evento elegante pero por nada del mundo me llevare vestido aunque me hayan dicho que habrá calefacción y ni se sentirá el frío dentro del salón pero como quiera no quiero salir del coche y estar temblando. Me he puesto una falda pagada mas arriba de las rodillas de pequeños cuadros grises con las líneas color negro, también me puse unas mayas negras pegadas debajo de la falta por dos razones; para no tener frío y para verme más decente ya que la falda es poco corta y las mayas le dan un toque más elegante. En la parte de arriba tengo una blusa de manga larga negra ajustada y me he puesto un abrigo abierto largo hasta mis muslos color blanco.
—¡Me hago viejo!—grita Teo.
Imposible.
Cuento hasta tres y salgo del baño para que me vea.
Está sentado en el borde de mi cama viendo no se que en su teléfono, acaba de salir de trabajar y me vino a visitar, se quería ir pero me las arregle para convencerlo de que se quedara y me diera consejos sobre mi atuendo.
Aunque a cada minuto me estuvo apresurando.
—Dios mío, valió la pena cada hora que espere, estás preciosa celeste—me admira como si fuera una pintura.
Siento mis mejillas rojas, le sonrió y me siento en mi peinador.
—Gracias, no quería ponerme vestido pero tampoco quería verme muy simple—explicó.
Veo por el espejo que hace un gesto restándole importancia, se para a un lado de mi y alzó mi cabeza para mirarlo.
—¿Ya te había dicho que si no te quisiera como amiga, no te dejaría escapar?—pregunta y rio.
—Si, ya me lo habías dicho—confirmó.
—He visto que muchas mujeres como tú, se quejan de tener muslos grandes—niega sentándose en la cama—Si tan solo supieran que eso es tan bueno—
—Entonces te gustas las mujeres con atributos grandes—digo.
El niega.
—Me gustan todo tipo de mujeres, no tengo un tipo, solo tengo cierta debilidad por las chicas con caderas grandes y eso, como las latinas—se pausa y el me mira y yo lo miro—Tranquila, te conozco de años y te amo como amiga—me rio y me paro para sentarme con el en la cama—Pero me gustan más las chicas seguras, a las que no le importa tener tres kilos de más o tres kilos de menos, amo cuando las mujeres se aceptan como son, porque ellas pueden quemar el jodido mundo con tal de no tener miedo a cómo se ve su cuerpo y que les valga verga lo que piensen los hombres—dice mirando sus zapatos y después me mira con una sonrisa.
Esta es la parte que amo de Teo, me encantaría crear millones de hombres como el que además de ser trabajador, atento y muy energético, es un hombre que entiende a una mujer y jamás lastimaría a una.
—Haces que me ame más de lo que me amo—le digo y acuesto mi cabeza en su hombro.
—Eres bella y que se vaya a la mierda quien diga lo contrario—me advierte levantando su dedo índice y me hace reír.
—Que se vaya a la mierda quien diga lo contrario—recalcó sus palabras.
El asiente gustoso.
—¿Que me hago en el cabello?—preguntó levantándome de la cama.
Ya estoy maquillada con sombras negras no tan potentes y mi cabello ya está listo y seco.
—No se, cabello suelto—sugiere.
—No, con el aire se esponjará y andará volando alrededor de mi cabeza—
Sin decir nada nada más me siento con la idea que se me acaba de ocurrir. Teo llama a no se quien, mientras yo me hago una coleta baja con todo mi cabello perfectamente recogido.