El Palacio Real se encontraba a veinte kilómetros de Allsau, por lo que solo había dos formas de ir: en carruaje o a caballo. Si hubiera sido por Andra habría ido a caballo porque era mucho más rápido, pero su padre se lo había impedido diciendo que iban en calidad de príncipes, y que estos no iban a caballo si querían causar una buena impresión. Estaba claro que esa gente no había visto a las damas de Elru llegando a un baile.
Eliza había llegado al amanecer para ayudarla a vestirse, maquillarse y peinarse como una dama de la corte, algo que les llevó más de dos horas porque a Eliza le temblaban tanto las manos que se le escurría una y otra vez los mechones de pelo.
Andra la había tranquilizado y le había asegurado que todo saldría bien y que convencerían al rey de que soltara a Nate. AElla se lo repetía una y otra vez desde el momento en el que su padre había dicho la mañana anterior que irían al Palacio a ver al rey, pero aún le costaba creérselo.
Mientras la vestía, Eliza le había recordado el difícil protocolo real. Como princesa de sangre (aunque extranjera), tenía un estatus tan alto como el de las hijas del rey, pero menor al de sus hijos o el propio rey, por lo que debía esperar a que estos le dirigieran la palabra. A ella le parecía bastante ridículo, como si el rey o sus hijos no fueran simples hombres que portaban una corona y ropa excesiva.
Andra se repetía una y otra vez los consejos de Eliza, procurando grabárselos a fuego en la mente mientras el carruaje traqueteaba por la carretera sin empedrar, fangosa porque estaba lloviendo con fuerza desde primera hora de la mañana. Miró por la ventana hacia el cielo y descubrió que estaba de un gris tormentoso; suspiró, el día solo iba a empeorar, esperaba que no en todos los sentidos.
—Tranquila, hija. Todo irá bien —le aseguró su padre. Andra se dio cuenta de que estaba nervioso y seguramente habría deseado que Linna o Cahal estuvieran a su lado. Pero su tío había ido a la cárcel donde tenían a Nate para ver si lo dejaban pasar y asegurarse de que estaba bien y su madre se había quedado con Eliza y Leopold en casa.
—Puede que el rey no quiera vernos —apuntó Andra, que en ese momento solo tenía pensamientos sombríos—. Somos extranjeros que se han estado pasando por el forro todo y hace tres meses que viven en Allsau sin que él lo sepa. Seguramente estará enfadado.
—O puede que sienta curiosidad por dos personas que son de tan lejos, de un lugar que casi nadie conoce pero del que hay un millón de leyendas sobre hadas, ninfas y duendes. No desprecies el poder de la curiosidad, Andra, y menos en gente que se aburre tanto como estos nobles.
—Es todo tan diferente de Viacce... Y no digamos de Elru. Ojalá estuviéramos allí, todo se habría solucionado en un abrir y cerrar de ojos.
—Si hubiéramos estado en Elru ni siquiera habríamos tenido este estúpido problema —puntualizó su padre.
El resto del viaje se hizo en silencio y Andra apoyó la cabeza en la pared del carruaje sin importarle que el sombrero se le chafara ni que los pequeños rulos que le había hecho Eliza se le deshicieran un poco.
Cuando llegaron al palacio, ya no temblaba, pero su humor se había ensombrecido y lo único que tenía eran malos pensamientos, cosa que unida a una imaginación desbordante, tenía a Andra a punto del llanto después de imaginarse toda clase de finales para aquel encuentro.
Sin embargo, el rey no estaba disponible aquella mañana, ni siquiera para recibir a un príncipe. Su padre estuvo a punto de lanzarse contra el pobre sirviente, que era más de dos palmos más bajo que él. Andra lo detuvo antes de que lo matara.
Con el corazón en un puño, se dieron media vuelta y volvieron por los recargados y excesivos pasillos llenos de gente para salir a donde los esperaba el carruaje. Caminaban enfadados y tristes, Andra con la cabeza gacha.
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El legado de las ninfas
FantasyNathaniel y Andra tendrán que sobrevivir en un mundo en el que es imposible esconderse de los cazadores. *** En un mundo convulso, Nathaniel tendrá que sortear los diferentes problemas que me sacudirán la vida de mano de su familia y de Andra, su es...