Tengo miedo. De mi, de ti, de todos; De bajar la guardia y ser feliz, para luego estrellarme con la realidad.
Me asusta pensar en vivir el momento, no quisiera otra vez vivir sin expectativas o sin pensar en el que pasará más adelante. Después de todo, no quiero algo pasajero, de eso ya he tenido suficiente y jamás ha funcionado.
Quisiera devorar al mundo con mis ideas y, por supuesto, estando acompañada de mis mejores amistades; las únicas que nunca se han ido a pesar de todo. Pero la simple idea de idealizar un futuro tan bello me parece abrumador.
Las personas suelen dejarme. Se alejan muy lentamente o yo las alejo primero para poder decir que 'fue mi decisión y asi lo quise'. Es bien sabido que sale más barato lastimar a otros que ser lastimado; Más no deja de ser tan egoísta como ansiar la felicidad luego de haber dañado tantos corazones. No lo merezco, en realidad.
El karma sigue acechando con sus suaves y cortantes susurros que me advierten no confiarme demasiado si no quiero seguir pagando por lo que alguna vez hice en el pasado y de lo cual tanto me arrepiento todavía.
Es ridículo, ¿cierto? Temer a las consecuencias de los actos y aún así ser imprudente; temerle al amor y aún así enamorarse; temerle al olvido y aún así buscar compañía.
Pero más ridículo todavía es querer asemejarse a la perfección reflexionando sobre el pasado rigurosamente, y aún así seguir con la idea de ser como aquel cristal irreparable que no hará más que cortar a quien ansíe acercarse.
¿No será posible jamás conseguir un repuesto nuevo?