Solíamos encontrarnos en medio del cosmos,
quizá en todos lados o en ninguno, al final.
El caso es que éramos tú y yo contra el mundo,
y nuestras lenguas siempre realizaban su danza magistral.
Podría hallar mil galaxias distintas
cada que mis labios se volvían uno solo con los tuyos,
y explorar cada una de las estrellas del cielo,
al mirar ese sol ardiente en tu mirada.
Escuchar tu voz siempre fue mi alegría,
¡se regocijaba mi alma sin cesar!
Pero ahora que todo ha acabado,
no sé a dónde iré a parar.