No puedo dormir.
O tal vez no quiero.
O tal vez no quiero, pero aunque quisiera no podría hacerlo.Debí haber enloquecido.
Sabiendo cuán destructiva es mi mente a esta hora, y aún así cediendo a sus heridas. (O a lo que quedó de ellas: las cicatrices).
El humo se acumula.
Cada vez es más complicado ver; todo es tan borroso. Incluso el teclado de la pantalla iluminando mi rostro.A veces es difícil no sentirse intoxicado por sustancias mortales, ¿sabes?
Ni siquiera me atrevo a escuchar esa canción, por miedo a sentirme nuevamente insuficiente.Pero incluso eso es lo de menos. No es lo suficiente para quebrantarme, soy un poco más fuerte que eso, aunque duela.
El problema radica en mi: sigo intoxicandome y no hay nadie a quien le permita que me salve, y ahora mismo sé que no siempre podré ser ni propia heroína, pero sigo sin darle entrada a nadie. Quizá sea egoísmo, quizá sea un capricho. O tal vez ambos o ninguno, ni siquiera yo me entiendo ahora mismo.
Arde tanto este fuego.
No sé hasta qué grado podrá soportarlo mi alma, antes de necesitar una total reconstrucción.
O antes de que no haya salvación.
Ya no sé a dónde ir.
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