|CAPÍTULO 30|

12 0 0
                                    

Tengo de dos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tengo de dos. O te beso o te beso.
×××

Cosas que podía lograr Jun:

- Meterme en problemas.
- Fracturarme una pierna.
- hacerme enojar (con gran facilidad).
- ...Y derretirme con un beso (aún cuando sepa que está mal).

Aunque en este instante hacerme enojar era la oración correcta.

Y creo que era más que evidente por el silencio dentro del elevador.

—Alex...

Las puertas se abrieron.

De la que se salvó.

«No seas terca. Espérame, no puedes avanzar rápido.

No le tome importancia y comencé a avanzar como pude.

¡Benditas muletas!

—¡cheongug-eulo! (¡Por el cielo!)— exclamó inmediatamente la madre de Jun al verme desde la sala.

Me había visto un par de veces en el espejo del baño del hospital. Quitandome algunos raspones, el collarín y la pierna rota...

¿Aún me veía tan mal?.

No era la única persona en la sala. Leonardo, su esposo le ayudo a levantarse del sillon. Frente a ellos se encontraba Haneul, Hao y el Sr. Hwang

Mientras que Kai estaba al lado de Haneul sentado en la codera del sillón.

Me tomo de los hombros en cuanto me tuvo cerca. La angustia en su rostro era más que evidente.

— naa jyeoss-eo. mogbal-eun gwajangdoen geos-ibnida (Estoy mejor. Las muletas son las que exageran)— le di una pequeña sonrisa intentado calmarla— nawa dalli dangsin-eun aju joh-a boibnida (al contrario de mi usted se ve muy bien).

—hangsang budeuleobseubnida. ¿beolsseo meog-eoss-eo? (Siempre tan gentil. ¿Ya comiste?)— me devolvió la sonrisa.

—ani, ajig (No, aún no).

—Nos alegra que estés bien— agregó Leonardo a su lado.

—neowa naega najung-e yaegi halge jeolm-eun-i (tu y yo hablaremos más tarde jovencito)— se dirigió Eunji a su hijo— geogi meomulji masibsio. geunyeoleul dowa (Y no te quedes ahí. Ayudala)— refunfuño.

Wao.

Después de todo era madre encantadora y a la vez con carácter.

Voltee hacia Jun. Quien estaba unos centimentros detrás de mi. Por primera vez lo había visto de esa forma. Entre avergonzado y con algo de miedo.

Puso su mano sobre mi espalda como forma de apoyo. Al llegar al sillón acomodo los cojines para poder colocar mi pierna sobre ellos.

—Tienes que admitir que lo estas gozando— dijo mientras me daba de beber agua con un pajilla.

Nunca Digas NuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora