|CAPÍTULO 20|

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Las pesadillas también existen en la vida real

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Las pesadillas también existen en la vida real.
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— Ha pasado mucho tiempo— agregó el jinete.

Ahn Suk...
Había escuchado solo una vez ese nombre.
¿Quien era?

— Alex— me llamo sin verme— puedes hacerle compañía a mi madre. No es bueno que se quede sola.

Asentí intentando despedirme con una pequeña sonrisa de Anh Suk. El aire se torno pesado y frío. Algo pasaba entre esos dos.

Me gire juntando mis manos para comenzar a caminar de vuelta a la casa. Me coloque las pantuflas al entrar. Todo dentro de esta casa era de lo mas normal. Pero había algo.

— ¿Jun-ibnikka? (¿Eres tu Jun?)— interrumpió mis pensamientos la voz de Eun Ji desde su recamara.

No pude observar mas por la ventana a los dos chicos aun de pie. Camine por el pasillo hasta llegar a la puerta de la recamara frente a la que había despertado. Estaba entre abierta.

— allegseu-ibnida. 6 wol-i bang-geum tteonam (Soy Alex. Jun acaba de salir)— dije abriendo la puerta.

Eun Ji estaba sentada sobre su cama con la espalda recargada en el respaldo. Tenia entre sus manos dos agujas para tejer.
Por un instante me recordó a mi abuela. Ella también le encantaba tejer. La mayoría de las bufandas y calcetines que teníamos mi hermana y yo, ella las había hecho.

— deul-eogabnida. susilo yeojawa iyagihaneun geos-i johda (Entra. Es bueno platicar con una chica de vez en cuando)— sonrió. Cerré la puerta detrás mi— du namjawa hamkke saneun geos-eun swibji anhseubnida (vivir con dos hombres no es algo fácil).

Me quede de pie al lado de la cama. Me animo a que me sentara de el lado contrario a donde ella estaba. La habitación era de un color beige. Había varios muebles y en las paredes se podían ver periódicos enmarcados. Al igual que algunas fotos.

— ¿tteugaejilhaneun beob-eul asibnikka? (¿sabes tejer?)— me preguntó después de unos minutos en silencio.

— johji anhda. nan hangsang halmeonileul bogon haess-eo (No muy bien. Siempre solía solo observar a mi abuela).

— eodo eomeoniwa ttoggat-ihaessseubnida. sil-i deul-eogageona naganeun gos-eul kkaedadneun geos-eun maelyeogjeog-ibnida. (Yo hacia lo mismo con mi madre. Es fascinante, darte cuenta donde entra o sale el hilo).

— jilmunhaedo doelkkayo? (¿puedo hacerle una pregunta?)— la interrumpí un segundo. Alzo la vista— ¿ulileul eodi? nae mal-eun, uliga hangaundeeissneun geos gat-assneunde... geuligo daleun jjog-eseo geu jib-eul bwass-eoyo. (¿En donde estamos? Me refiero a que es como si estuviéramos en medio de la nada y luego vi...esa casa del otro lado.

— ¿naega haneul gajog-eul wihae ilhaessdago malhaessdeon geo gieog nani? (¿recuerdas que te conte que he trabajado para la familia de Haneul?)— reiteró. Asentí— naneun pyeongsaeng song gajog-eul wihae ilhae wassseubnida (He trabajado para la familia Song toda mi vida)— afirmó. Su voz era tan serena y cansada— uli eommawa halmeonicheoleom (al igual que mi madre y mi abuela).

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