|CAPÍTULO 31|

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Mi Príncipe azul

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Mi Príncipe azul.
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—¡Papi, papi!— exclamé al hombre a mi lado—mira como bailan— señalé a las chicas que bailaban detrás del cristal.

La oscuridad cubría su rostro. Hasta que la luz lo iluminó.

Esa enorme sonrisa y esos profundos ojos grises que me hacían sentir la persona más especial del mundo.

—¿Te gusta mi pequeña princesa?— dijo arrodillándose a mi lado.

Puse las manos sobre el cristal.

—Quiero dar vueltas como ellas— sonreí de la emoción.

Me podía ver en el reflejo. La pequeña Lexi. De ojos grises igual que su padre. Sin dos dientes y con una sonrisa que nunca más volví a tener.

El agua comenzó a subir.

Lo extrañaba, lo extrañaba mucho.

Mi padre.

No lo veíamos seguido. Viajaba casi todo el año. Pero cuando volvía, era como si el alma regresara a mi cuerpo.

Era libre.

Mi padre llegaba como una faro, dándonos alegría y cariño a mi hermana y a mi.

El cariño y amor que mi madre no nos daba.

—Lexi— oí detrás de mi— mi pequeña Lexi...— me voltee al escuchar la inconfundible voz de mi padre.

Mi corazón se iluminó al verlo incado en el suelo con los brazos abiertos esperándome.

Hacia meses que no lo veía.

—¡Papi!— grite antes de salir corriendo y abrazarlo con todas mis fuerzas.

Lo abrace como nunca.

—Pero que linda estas— exclamó entre risas dandome una vuelta— mi pequeña bailarina.

Sonreí.

—Soph me ha peinado y la abuela me ha hecho una falda.

—Pero...— pellizco mi nariz haciendome reir— te hace falta una cosa— me guiño dejando al descubierto un par de zapatillas colgando de su mano.

Mis primeras zapatillas de ballet.

—¿Son mías?— exclamé emocionada.

Asintio con una enorme sonrisa entre los labios.

«Ademas, desde mañana irás a clases de ballet. Y por supuesto que yo te llevaré...

No lo deje terminar abalanzadome sobre el. Podía escuchar su corazón. Mi padre era calidez en carne propia.

Nunca Digas NuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora