《35》

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N A R R A
R U S I A

Llore de nuevo, tratando de reconciliar el sueño,tratando de mantener el positivismo al máximo. Estaba gritado, golpeaba todo, quería simplemente sacar toda la mierda, quería gritar su nombre por todo el bosque, quería tomar mi abrigo y buscarla, y eso estaba haciendo hace apenas unas horas, hasta que me obligaron a volver porque estaba anocheciendo.

Dos días. Casi tres.

Me convencía de que era fuerte, de que mi pequeña flor era tan fuerte y resistente que en cualquier momento tocaría la puerta, diría que tenía un frío de puta madre y que si podía dormir conmigo porque era, según ella, una almohada muy calentita.
Era difícil, a este punto los hombres que la buscaban decían que era más probable encontrar un cadáver y no un cuerpo tibio. No, ella era fuerte, ella es fuerte, ella sigue con vida.

Las sábanas olían a ella, a ese estúpido perfume floral, la almohada, incluso mi ropa, porque había decidido utilizar su pijama, que básicamente era una remera mía que me había robado cuando visité su territorio, pero que ahora usaba con tal de sentirla cerca, con tal de sentir que ella seguía conmigo de alguna manera.

"—Eso es mío— le recrimine cuando vi que estaba utilizando una remera mía, le quedaba gigante, hasta la hacia más gorda.

—Pero como te enseñaron a compartir de chiquito me la vas a prestar ¿no?— dijo de forma divertida mientras que me sonreía.

La mire con molestia, recrimonandola con la mirada, ella se aprovechaba de que me criaron como a un caballero, eso era todo.

—Esa remera te hace ver más gorda— aseguré, para luego darme la vuelta y empezar a correr.

—¡Veni para acá hijo de re mil puta! ¡no podes decirme que me veo gorda y salir corriendo!— grito la Argentina mientras que me perseguía, yo sólo me reía, pues desde mi punto de vista era como tratar de escapar de un conejo. Pequeño y enojon— ¡cobarde!

—¡Vaca!— le grite de vuelta, luego vi como una almohada caía delante mío, ella me tiró una almohada, era increíble.

Me seguía riendo como si en realidad no hubiera hecho nada malo, hasta que algo me golpeó la espalda, tan fuerte y punzante que casi de cara al piso mientras que me quejaba, después vi como Argentina se caía justo a mi lado.

—¿Me pateaste?— pregunte confundido.

—¡Me llamaste gorda!— grito como si esa fuera justificación para patearme, y lo era, una muy buena.

Empecé a reírme sin control, viendo como su cara se contraía de la ira que debía estar sintiendo, era divertido ver esa expresión en su rostro, pero además de eso, sólo a ella se le ocurriría patearme la espalda, supongo también que era la única que tenía la agilidad para hacer eso.

—Loca de mierda— dije mientras que me seguís riendo, provocando que la Argentina empiece a reírse conmigo.

Niños buenos [#C.H 2] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora