《11》

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Despedidas amargas.

N A R R A D O R
O M N I S C I E N T E

La argentina se encontraba caminando por la sala mientras que veía al alemán sentado en su sillón, no confiaba del todo en él pero debía ser fiel a la promesa de su padre.

"Negro, amarillo o rojo, con sombrero o sin anteojos, la tierra Argentina estará disponible a su antojo"

En simples palabras, Argentina no tenía más opción que mantener un trato cordial con Alemania, ni siquiera le agradaba demasiado, era alguien con muchos problemas, que no estaba listo para afrontar el mundo con madurez, porque había una gran diferencia entre no querer salir al mundo por ser así y no querer salir al mundo por miedo, Alemania era la segunda. Muy maduro ante los ojos de todos, pero tanto para su padre como para ella, sólo era un chico asustado.

—¿Ya decidiste lo que vamos a ver?— pregunto Argentina mientras se sentaba a su lado con un boul de pochoclos, lista para comenzar con su tarde de películas.

—Algo así.

Ambos jóvenes se quedaron en silencio mientras que veían la película que se reproducía, inmersos en la trama y sin siquiera dirigirse una mirada. Argentina admitía que se aburría, después de todo, era una chica muy inquieta, que le gustaba ponerse en riesgo al hacer algún deporte extremo, disfrutaba de las aventuras, de las desdichas, sentarse una tarde soleada a ver películas con el alemán era algo que ella valoraba y apreciaba, pero que no recordaría con agrado o especial significado. Le gustaban las personas que marcaban una instancia, que desequilibraran su mundo. Como Rusia, cuando le propuso ir a cazar, terminaron cayendo por una montaña y ella había venido con un lindo ciervo a casa, o la vez que Rusia la reto a montar un oso ¡claro que lo hizo! Pero mierda, como estaba aterrada, pero ante ese miedo también estaba la sensación de vida y libertad que la impulsaba a hacer una nueva locura. Por eso le agradaban los latinos, eran creativos en cuanto actividades, y aunque quizá no se arriesgaban tanto como Rusia y ella en un día normal, lo llenaban con picaras travesuras o charlas de lo más divertidas.

Alemania no era intrépido, ni charlatán, aún no le veía lo especial o lo único en el alemán, no le veía lo interesante, ese brillo que su padre aseguraba que tenía.

—Che, después de esto ¿querés ir a hacer ciclismo?— propuso la chica con entusiasmo— hay un recorrido por el cerro yendo para Tucumán que está buenardo, hay un cadillal ahí y podemos pasar el resto del día ahí.

Recibió como respuesta un vago asentimiento que hizo su sonrisa más pequeña.

"Wacho, sos tan carente de emoción que siento que le hablo a una pared"  pensó mientras volteaba sus ojos de nuevo a la pantalla.
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—Listorti, gracias capo— saludo Argentina al dueño de la tienda donde alquilaron las bicicletas y también los trajes, mientras que se dirigían a la parte de las sillas que los iban a llevar hasta cierto punto en el cerro y así bajar por ahí.

—¿Hace cuanto que haces este tipo de deportes?— pregunto Alemania cuando se sumieron en un silencio algo tenso.

—Desde el día uno, cuando llegue a la casa Córdoba me recibió cantando ¡un amor! Me lo quería comer a besos— la chica hablaba entusiasta, había un brillo precioso en su mirada al hablar de sus provincias— y para darme la bienvenida nos fuimos todos a un parque que estaba cerca, tipo convivencia familiar, empezamos a pelotudear con un skate que el porteño había traído y desde entonces empecé con todos los deportes, cuando tengo tiempo.

—Ah— se limito a decir mientras que miraba el imponente paisaje que se alzaba frente sus ojos.

—El cadillal, este por lo menos, fue construido por un alemán— le comento la Argentina haciendo que Alemania voltee a verla sorprendido.

Niños buenos [#C.H 2] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora