《44》

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N A R R A D O R
O M N I S C I E N T E

Era el segundo día, Antártida de tan sólo pensar en entrar a una sala donde buscaban sacarle provecho le era nefasto, deseaba irse y pasar sus días en soledad en su castillo de hielo, como había hecho por miles de años, y aunque siempre sentía lo mismo cada que venía a ese lugar, se podría decir que tenía una motivación por la cual estar allí, y era conocer al nuevo país: Gran República Argentina.

No le interesaba en si la chica, sólo quería conocerla para determinar si era peligrosa o no, siempre debía mantener muy bien vigilados a los que estaban mucho más cerca de él, como la argentina o Chile.

Al abrir las puertas, siendo igual de brusco y torpe al hacerlo por no poder controlar su fuerza la vio, aquella chica albiceleste estaba a algunos metros de distancia de la puerta, hablando con Bolivia, y por alguna extraña razón, se puso de buen humor al escucharla reír.

De nuevo pasaban cosas extrañas, de nuevo era como si el mundo se hubiera realentizado, pues la chica de nuevo lo había dejado sin palabras, y ni siquiera se esforzaba en ello, sólo estaba parada allí; con esa sonrisa gentil y aquel cuerpo que le llamaba la atención, con aquella falda negra a cuadros blancos que acentuaba su cintura, aquella polera negra que la hacía ver sobria y madura y aquellas botas bucaneras que resaltaban sus piernas de manera provocativa. Estaba jodido por la chica y ni siquiera lo noto.

—Bonjour chéri [Buenos días querido]— el continente dejo de mirar a la hermosa chica para concentrarse en la vieja decrépita de Francia, una mujer que muchos catalogan como hermosa, bueno para él era una mujer plana, y aburrida, algo que nunca dijo en voz alta ya que aún era un caballero.

Antártida se quedó en silencio, observando a la francesa a su lado, esperando que se fuera de una vez, pero tal parece que la mujer no cedería de forma tan fácil.

—Je voulais juste te dire que cette fille n'avait pas le droit de demander quoi que ce soit, elle est jeune et naïve [Sólo quería decirte que aquella chiquilla no tenía el derecho de preguntar nada, es joven, e ingenua].

Antártida, deduciendo que hablaba de la argentina sólo pudo llegar a una conclusión: sabía que era joven, pero no le veía un pelo de ingenua, quizás si algo inocente e inexperta en algunas áreas, pero ingenua no sería una forma de describirla, ella, siendo una mocosa desinteresada se había ganado su respeto más rápido que cualquier otro país.

—Et pourquoi n'aurais-je pas le droit de demander?  Est-ce qu'ils ne pratiquent pas l'égalité?  Qu'importe que je sois jeune [¿Y por qué no tendría derecho a preguntar? ¿Es qué acaso no practican la igualdad? ¿Qué importa que sea joven?]— Antártida quiso coser su boca para tratar de no soltar otra estupidez, pues la forma en la que lo dijo pareciera que hasta estaba defendiendo a la chica— Bonjour France [Buenos días, Francia].

Antártida quiso irse rápidamente del lado de aquella mujer, y en su prisa por escapar, no notó que la chica dueña de su motivación para ir a aquel lugar estaba detrás de él, provocando que al darse la vuelta casi la llevara por delante cuando sin querer golpeo el cuerpo de la chica, quien debido al sorpresivo impacto, chocó contra la mesa que estaba detrás de ella y casi cae de una forma brusca y dolorosa, si no fuese por los reflejos de la argentina, lo más probable es que haya terminado en el suelo.

—Puta casi me hago mierda— hablo la chica quien había atinado a sostenerse de la mesa, para enderezarse de nuevo y ver al culpable.

—Lo siento— murmuró Antártida de forma tímida, al notar que fue demasiado torpe y que pudo lastimar en serio a la chica, era un hombre grande, y Argentina se vea frágil en comparación a él.

Niños buenos [#C.H 2] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora