《23》

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N A R R A D O R
O M N I S C I E N T E

No podía hacerlo.

—Ayudaras a Venezuela de este modo— susurro aquella voz desconocida, proveniente de la misma oscuridad.

Sus manos se sentían frías, y temblaban aún más cuando sus dedos hacían presión sobre el mango del arma que sostenía, pero que aún no se animaba a empuñar.

—Esto es lo que querías, este es el método, va a morir, por tu mano, o por la de otro, pero va a morir y conviene que lo hagas tú.

Su respiración se aceleraba, sus piernas y brazos se sentían tiesos, su boca estaba seca y sentía que en cualquier momento sus piernas fallarian en la tarea se sostenerla, y no porque lo que debía hacer sea muy difícil, era por las consecuencias de la tarea, ya que si jalaba de aquel gatillo encenderla una mecha que no podría apagar.

—Sólo piensa en lo que ha hecho, en las vidas que salvaras, ya tienes a uno de tus subordinados en Guatemala, si no tiras ahora del gatillo, estará allí en vano.

—¡Cállate!— grito de manera encolerizada, no disfrutaba de escuchar lo que ya sabía.

Apretó con más fuerza el mango del arma y la empuñó con seguridad, apuntó a la persona que tenía delante, y con sus ojos gélidos y fríos, profirió unas palabras que congelaron el mismo aire que respiraban.

The advance is inevitable.

Sus dedos fríos y huesudos jalaron del gatillo, para que el proyectil saliera disparado sin problemas del cañón, dando a su objetivo, la sien de aquel hombre.

Entrego el arma en un gesto desinteresado mientras que se sacaba los guantes de cuero negro con los que había llevado a cabo el asesinato, dejando a la vista sus dedos celestinos.

—Quiero que esto este en cada canal de noticias, en cada diario y radio, revista y blogs, lo que acaba de pasar aquí y ahora será la advertencia del mundo.

Sin más que decir, se dio la vuelta y salió de la oscura y fría habitación, en las cuales las paredes desgastadas por el tiempo y la humedad fueron testigos como el cuerpo de uno de los tiranos más actuales que tuvo Venezuela, caían a sus pies sin piedad alguna.
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—Así que— murmuró Gran República Argentina con un toque de molestia, viendo fijamente a Perú.

Aquel fiel soldado, al que más ayuda le proporcionó a su padre, ahora mismo estaba siendo uno de sus mayores impedimentos y traspiés, estaba siendo un dolor de cabeza que la chica sentía la necesidad de arrancar de raíz.

—Sólo tienes 5 minutos, antes que el oficial armado que está detrás de ti disparé y manche esta oficina con sangre, 5 minutos para decirme lo que sucedió.

El pobre país escuchó las obras de aquel soldado golpear el suelo con su andar, luego como el seguro del arma era removido, y tembló, tembló aún más al sentir el cañón del arma tan cerca de su cabeza.

—Comienza— Gran República Argentina dio vuelta un reloj de arena que reposaba sobre el escritorio, dejando que los granos de arena caían con lentitud, mientras que de manera desinteresada se dejaba caer sobre el respaldar de su silla.

Niños buenos [#C.H 2] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora